martes, 21 de octubre de 2008

A Garzón

El otro día citaba mal a Fray Luis de León, hoy en desagravio quiero poner una poesía suya, dedicada a un juez avaro, yo no sé porqué he pensado en el juez estrella, así de esta manera, mejor que yo lo pudiera hacer, lo hace Fray Luis:

Contra un juez avaro
Aunque en ricos montones
levantes el cautivo, inútil oro,
y aunque tus posesiones
mejores con ajeno daño y lloro;
y aunque, cruel tirano,
oprimas la verdad y tu avaricia,
vestida en nombre vano,
convierta en compra y venta la justicia;
y aunque engañes los ojos
del mundo, a quien adoras, no por tanto
no nacerán abrojos
agudos en tu alma; ni el espanto
no velará en tu lecho,
ni huirás la cuita, la agonía
el último despecho,
ni la esperanza buena en compañía
del gozo, tus umbrales
penetrará jamás; ni la Meguera
con llamas infernales,
con serpentino azote la alta y fiera
y diestra mano armada,
saldrá de tu aposento sola un hora;
y ni tendrás clavada
la rueda, aunque más puedas, voladora
del tiempo, hambriento y crudo,
que viene, con la muerte conjurado,
a dejarte desnudo
del oro y cuanto tienes más amado;
y quedarás sumido
en males no finibles y en olvido.

Y otra más que no va mal para España en general, recordando el pasado, extraídos de la Biblioteca Virtual del Instituto Cervantes www.cervantesvirtual.com, también de Fray Luis de León:

Profecía del Tajo
Folgaba el rey Rodrigo
con la hermosa Cava en la ribera
del Tajo, sin testigo;
el pecho sacó fuera
el río, y le habló desta manera:

«En mal punto te goces,
injusto forzador; que ya el sonido
oyo ya, y las voces,
las armas, el bramido
de Marte, de furor y ardor ceñido.

¡Ay, esa tu alegría
qué llantos acarrea! ¡Y esa hermosa,
que vio el sol en mal día,
a España, ay, cuán llorosa,
y al cetro de los Godos, cuán costosa!

Llamas, dolores, guerras,
muertes, asolamientos, fieros males
entre tus brazos cierras,
trabajos inmortales
a ti y a tus vasallos naturales.

A los que en Constantina
rompen el fértil suelo, a los que baña
el Ebro, a la vecina
Sansueña, a Lusitana,
a toda la espaciosa y triste España.

Ya dende Cádiz llama
el injuriado Conde, a la venganza
atento y no a la fama,
la bárbara pujanza,
en quien para tu daño no hay tardanza.

Oye que al cielo toca
con temeroso son la trompa fiera,
que en África convoca
el moro a la bandera,
que al aire desplegada va ligera.

La lanza ya blandea
el árabe cruel, y hiere el viento,
llamando a la pelea;
innumerable cuento
de escuadras juntas veo en un momento.

Cubre la gente el suelo;
debajo de las velas desparece
la mar; la voz al cielo
confusa y varia crece,
el polvo roba el día y le escurece.

¡Ay, que ya presurosos
suben las largas naves! ¡Ay, que tienden
los brazos vigorosos
a los remos, y encienden
las mares espumosas por do hienden!

El Eolo derecho
hinche la vela en popa, y larga entrada
por el Hercúleo Estrecho
con la punta acerada
el gran padre Neptuno da a la armada.

¡Ay, triste! ¿Y aún te tiene
el mal dulce regazo? ¿Ni llamado
al mal que sobreviene
no acorres? ¿Ocupado
no ves ya el puerto a Hércules sagrado?

Acude, acorre, vuela,
traspasa el alta sierra, ocupa el llano;
no perdones la espuela,
no des paz a la mano,
menea fulminando el hierro insano.

¡Ay, cuánto de fatiga!
¡Ay, cuánto de sudor está presente
al que viste loriga,
al infante valiente,
a hombres y a caballos juntamente!

¡Y tú, Betis divino,
de sangre ajena y tuya amancillado,
darás al mar vecino
cuánto yelmo quebrado,
cuánto cuerpo de nobles destrozado!

El furibundo Marte
cinco luces las haces desordena,
igual a cada parte;
la sexta ¡ay! te condena,
¡oh, cara patria!, a bárbara cadena».