miércoles, 7 de mayo de 2008

Bajo los adoquines, la playa

La lucha entre el liberalismo y otras concepciones basadas en el bien común como fin último, aunque sea utópico, irrealizable, falso, ficticio se ha perdido. Lo totalitario y totalizador del pensamiento filosófico, político, económico y social ha vencido.

¿Por qué digo esto?
Porque el bien común, se ha convertido en una estadística a mejorar, porque lo individual ha dejado de ser lo principal en nuestras vidas, aunque hablemos de lo que nos cuesta pagar la hipoteca, o lo que ganamos y pese a estar en el mundo mejor informado, con más medios de información, el yo ha desaparecido de nuestra perspectiva, no somos ciudadanos anónimos nada más que para los sucesos, el resto del tiempo somos el grupo de seguidores de tal equipo, los usuarios de tal compañía, los votantes de tal partido, los originarios de una región, los de tal o cual segmento y como tales nos comportamos, aspiramos a ser parte de ese todo.

Y al que no le gusta, un ermitaño en su macrourbe, un tío raro, pero la vida sólo tiene sentido desde lo individual, desde la libertad, desde la propiedad, desde una igualdad sólo ante la ley y como ciudadanos. La vida, es social, pero entre individuos con sus intereses, lo que ocurre es que los intereses, son marcados por esos medios de comunicación que nos informan, pero a cambio estamos cada vez más solos, llámame para no sentirme sólo, conéctate para sentirte miembro de algo, tu identidad no es tuya sino de lo que aspiras a ser o lo que otros aspiran por tí, o estás en sintonía con el destino colectivo o estás sólo, como los niños del diablo austriaco, como Anna Frank, ante sus ejecutores anónimos, funcionarios grises del Tercer Reich. Porque lo humano es lo libre de vivir y sentirse uno mismo en su diario, sino no hay más forma de crear lenguaje que escribiendo, cuando hablar donde todo está dicho, todo se sobreentiende, todo o es compartido o es inconveniente. Pero para mí, el mundo lo crea el lenguaje, la realidad es comunicarse individualmente, pero desde una conciencia individual.

Los portadores de una verdad única, aborrecen la libertad, aborrcen a las personas, quieren a su grupo, con igualdad en todo, sin diferencias, sin dudas, sin protestas, sin hablar. La lucha del liberalismo consiste en hablar, en contar, en opinar. Si una chica cualquiera, buena gente, porque cree que es el bien común, se convierte en confidente de la verdad única: oye que aquí hay algo que distorsiona nuestro entorno único, que aquí viven unos judíos escondidos, que aquí vive uno que habla de conspiraciones -no te preocupes le haremos callar. Para luego crear con el lenguaje común, entre todos, lo único que hay que pensar, y eso se basa en primero señalar: un fascista o un judío, y luego en usar un lenguaje único donde una cosa y lo contrario se designan igual, la perversión del lenguaje: el comunista defiende la libertad, qué decir del libertario, no puedes ir ni a favor ni en contra de un trasvase que no existe, ni puedes creer en un conspiración que no existe, ni disentir sobre un problema supuestamente resuelto. Hay que opinar como todos, de tal manera que no hay opinión. Si la libertad está conquistada, no puedes más que sentirte libre, pero si no qué.

Cuando en una lucha las dos partes luchan supuestamente por lo mismo, para qué luchar, si el enemigo eres tú, no vas a luchar contra ti mismo. Sólo será enemigo aquel que delate la falsedad de la equivalencia, pero cómo. Sólo hay solución mediante el ejemplo, pero el ejemplo, será rebatido mediante simples frases como "¿en qué te basas?, sólo en este caso, no se puede generalizar". Todo se vuelve silencio, silencio frustrado, silencio administrativo, si nadie lo cuenta, no existe. Pero si a todo le ponemos el mismo nombre, no se puede ofrecer diferencia.

Tenemos y debemos que hablar, opinar, discrepar, equivocarnos, criticar, murmurar, maldecir, sentirnos bien y mal, amar y odiar, gritar, protestar, para vivir. La indiferencia es el totalitarismo. Otro mundo es posible, pero sólo el que digáis vosotros, cabrones, el 68 fue una revolución de pijos, sin ideas, "olvidénse de todo lo que han aprendido, comiencen a soñar", "Prohibido prohibir" y después la nada. Totalitarios con pinta de hippies, nazis con pinta de creativos publicitarios, indiferentes con pinta de luchadores y activistas de nada, creyentes sin fe, estúpidos entusiastas, bebedores de mini, comedores de pizza y hamburguesa, conservadores de museos de arte contemporáneo, trabajadores del paro, economistas del tercer mundo, solidarios con los pobres, amigos de los ricos, abajo los horteras, arriba los paletos, el tonto del pueblo al poder.