lunes, 18 de mayo de 2009

Vergüenza y miedo

Han pasado los años, ya son más de 5 desde aquel 11 de marzo de 2004, ese día murieron, fueron asesinadas 192 personas, y unas miles quedaron heridas, quizá para toda su vida, y muchas familias quedaron rotas, cercenadas, en un dolor casi insoportable.

Hasta aquí nada nuevo, estamos acostumbrados a oir desgracias de todos los tipos en televisión, pero, siempre hay un pero, que esta catástrofe fue en Madrid, si, la capital de España, y precisamente a los españoles y a sus gobernantes les compete la resolución del caso, restañar las heridas, encontrar y condenar a los culpables, y resarcir a las víctimas, pero en vez de eso, mucha gente se ha olvidado o hace que lo ha olvidado, que esas bombas iban dirigidas para ellos, para sus familiares, para sus conciencias, para darnos miedo y tanto miedo nos dió, que no queremos recordarlo, pero, ¿y los muertos? ¿y los heridos? ¿y las familias? ¿y nuestra pobre sociedad que ha sido mancillada? Nada, escondidos, con miedo y vergüenza, en la vergüenza de saber que los culpables vencieron, que consiguieron sus propósitos y con miedo nos escondemos para que no nos pase a nosotros.

El culpable sale a la calle, como todos los días, disfruta de vino y rosas, algunos de dignidades, otros del pago que reciben por su silencio, pero, siempre hay un pero, unos cuantos ciudadanos se resisten a callar, liderados por unos pocos (las víctimas, El Mundo, Libertad Digital, Luis del Pino, Federico Jiménez Losantos, entre otros), pero cada vez son más (Antonio Iglesias, un experto, un perito acaba de publicar un informe donde descubre algo importante), que con su perseverancia van desatando los nudos, van saliendo de las trampas, van recogiendo los puyazos de los guardianes del secreto, en sus cuerpos y en el de nuestra nación herida, senil, perdida, que evita mirarse al espejo para no verse.

Y los nudos van sacando el hilo por donde tirar, esta semana sabemos qué explotó, una sustancia Titadyn, que hace explotar la falsa solución de conveniencia, sin Goma 2 Eco, no hay trama asturiana que valga, no hay gitanillo, ni islamistas, ni leches.

No vale la instrucción, ni el juicio, ni la condena, no vale la solución dada, no vale la mercromina puesta para curar un cuerpo destrozado, no vale una venda para tapar la sangre que se derrama por todo el país, que brota como una fuente, no vale la explicación, y descubre las mentiras, el engaño, la ocultación, pero que aún no nos deja ver quiénes son los culpables, aunque lo supongamos, no lo sabemos y como decían algunos que parece que sabían más que los demás, que con su cinismo también nos descubrieron su maldad: ¡Queremos saber! España no merece un Gobierno que le mienta.