miércoles, 25 de septiembre de 2013

Regeneracionismo en el siglo XXI

El regeneracionismo es un movimiento intelectual que entre los siglos XIX y XX medita más o menos objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. Pese a que algunos autores no lo quieren relacionar con la generación 98, es precisamente esa relación la que hace que se propague por una gran parte de la opinión pública de ese momento y también posteriormente, ya que muchos de sus miembros han sido muy leídos y admirados, con razón, desde mi punto de vista y del de muchos con más autoridad que yo.

En la Tercera de ABC, el día 26/5/2013, Gonzalo Anes, decía haciéndose eco de las palabras del Conde de Romanones que los regeneracionistas hicieron un gran daño al devenir histórico de España, ya que su visión pesimista y negativa de España había influido en la caída del régimen de la Restauración, que en realidad había sido un largo periodo de crecimiento económico y del nivel de vida de los españoles, y puede que tenga razón.

Evidentemente, Gonzalo Anes, quería hacer un paralelo con nuestro actual régimen de la Transición, donde también ha habido un largo periodo de bienestar y prosperidad.
Pero al igual que el término «regeneración» está sacado del léxico médico, como antónimo de «corrupción», a fin de expresar una expectativa política, igualmente ahora, con la intención de no ser excesivamente negativo con España y los españoles en estos últimos 40 años, no se puede obviar la sensación de corrupción del sistema político y de la sociedad en la que vivimos, sin entrar en el debate cansino, pero nunca superado de la Nación española. Y esto pide regeneración.

Así pues, el problema de España, una vez más, está de plena actualidad. Y cuesta mucho ser optimista, positivo y dar una opinión favorable a un sistema que desde Juan Guerra al caso Ere de Guerrero, desde Gürtel a Urdangarín, desde Banca Catalana al de Palma Arena y Bankia, y las preferentes, y Gescartera, e Ibercorp, y la CAM, y….(tantos y tantos) que pese a que se les juzga en muchos casos, pese a que muchos van a la cárcel, la sensación de vivir en un sistema corrupto no se te quita fácilmente.

Y si de aquí pasamos al sistema institucional, con las CC.AA. que si bien han hecho mucho por sus respectivas zonas, no dejan de hacernos sentir cada vez más extranjeros en nuestra tierra y que las oligarquías locales se parecen cada vez más a los caciques de la Restauración. Y del PNV, de CIU, de ERC, Bildu, ni hablamos, para qué.
No puedo dejar de ser pesimista, y esto no es anti patriotismo como decía Zp a los que decían que había crisis, y la había. Pues ahora y antes, hay que cambiar, lo único que hay que hacerlo bien, no esperar a que todo esté tan radicalizado que ya no lo pueda corregir nadie.

Por último, como ocurría en la Restauración, las empresas que prosperaban eran las que tenían algún resorte con el poder (local, regional, nacional o real), hoy en día, nadie que se haya dedicado a emprender o tener una empresa o vender o que simplemente se fije un poco, puede pensar que algo en ese aspecto haya cambiado.
De hecho, la mayor frustración que siento, aparte del abandono a la causa nacional que se ha hecho por parte del Estado, es la omnipresencia del Estado en la vida económica española.

Es una paradoja, que esa España que nadie quiere, sea el origen y medio de vida de las grandes y medianas fortunas y de los grandes, medianos y pequeños sueldos de una gran parte de ella, al sector privado me refiero, en el público, es obvio.

Sin embargo, también es la causa del estancamiento, ya que es donde han descansado los créditos irresponsables que han dado las cajas de ahorros a promotores dudosos y que luego han liberado vía FROB a los mismos. Donde han descansado los nacionalistas en su repartición de España, donde han descansado todos los concursos a dedo, con la consiguiente mordida, y no voy a decir nombres porque hay demasiados. Donde ha descansado y lo sigue haciendo el enchufismo a granel,…

Así pues, regeneracionismo necesitamos, y ojalá que hubiera autores como Ortega y Gasset, que puedan llegar a la conciencia del pueblo español y de sus élites a la vez, aunque no hace falta llegar ni a la caída de la Monarquía, ni a una guerra civil. Con pensar en qué votamos cuando votamos, bastaría. Y alguna más, pero me quedo aquí.