lunes, 28 de enero de 2008

Libros varios

Comentando libros, recomiendo todos los del comisario Brunetti, de Donna Leon, aunque hay alguno mejor que otro, están muy bien, la mujer muy progre, lo cual es cosa de ricos, como dice Federico Jiménez Losantos, pero bueno, Venecia es una maravilla, el personaje es muy humano, disfrutan de la comida y de la bebida, se preocupan de sus hijos y de los problemas del mundo, sin más , tampoco los solucionan, pero bueno, nos sentimos bien, en sentirnos mal, no?.
España, perdiste, de Hernán Casciari, un argentino gracioso, que vive en Barcelona y que no conoce casi españoles, sólo su mujer, que es barcelonesa, comenta que a los españoles lo de dar besos a los hombres no es que no les guste, es que les da asco, que el dulce de leche para los argentinos es como las espinacas para Popeye, y la vida en el baño y hablar de Borges, también está bien, pasas un buen rato.
El finlandés Arto Paaslinna, con El Bosque de los zorros, hace una historia increíble, interesante y amena, pero extraña. Por su parte, Michel Houllebecq, en Plataforma, escribió un novela provocadora en el lenguaje y los contenidos, interesante y sorprendente, que revuelve a nuestra sociedad hipócrita, que no busca placer, sino justificación, no busca reproducirse, sino el fin. Yo confío en los nuevos españoles, en los inmigrantes nacionalizados, quieren y aprecian más nuestros valores, nuestra historia, que los apáticos europeitos, deseosos de buscar una nueva religión, una secta con el Sentido de la Vida, unos indígenas con el saber perdido, un grupo de música con las canciones inolvidables que no entienden y olvidan, un ecologismo y su consiguiente cambio climático, por si cambia. Hay un autor llamado Robert Ardrey, La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, donde se dice que la especie humana evolucionó por el consumo de carne, los cambios morfológicos de la mujer, dentro de un periodo interglaciar, cíclico cada 15.000 años como el que estamos terminando, por lo que el calentamiento del planeta, sería una prórroga de la siguiente glaciación. Para vaticinio terrible este, la glaciación ha llegado y es ineludible, puedes conducir, echarte desodorante o fumar sin remordimientos.
Un saludo.

Cuaderno de viaje II: Sevilla

En cualquier viaje, uno espera contar algo interesante, pero no siempre es fácil, algunos cuentan historias exóticas, otros trolas, algunos cuentan historias de miedo en Colombia, Afganistán o Irak, otros paraísos sexuales en Brasil o Cuba. Yo no he viajado más que en Europa y sobre todo en España.
En mi cuaderno de viaje, que nunca hice, mi segunda parada es Sevilla, Sevilla, No-Do, ciudad con duende, con un color especial, con su Feria, su Semana Santa, con su maravillosos barrios de Triana, de Remedios y de Santa Cruz, su barrio de centro, con la calle Sierpes y Feria, llegando a la Macarena ¡Guapa, guapa y guapa!, gran procesión con tantísimos romanos y nazarenos, el Gran Poder! y el de los estudiantes en Mateos Gago, de rodillas y las saetas, la de los Gitanos cruzando el puente de Triana, la salida de la Borriquilla, qué aperitivo, queé elegancia, la recogida de la Virgen de Cinta, qué emoción, el paso de todas por la Catedral, al Cielo!, cómo bailan, cómo andan sobre el mar de gente, qué silencio, las del silencio, qué bandas las que las llevan, también cuando prepararan por el río, la calle Betis, con sus bares y garitos. Las calles de la judería, los Alcázares, los jardines de Murillo, la Plaza de España, los jardines de María Luisa, los coches de caballos, los puentes, la antigua Tabacalera, facultades de Humanidades, el rastro, las columnas de Hércules, el prado de San Sebastián, la puerta de la Feria, en Remedios, los Sagrados Corazones, y la gente simpática, graciosa, no tanto, y el invierno qué frío, más que en ningún lado, porque no acostumbran más que unos días.
En Sevilla, cuesta encontrar un tablao, pero la Carbonería, puede valer, el la plaza de la Cruz de hierro en Santa Cruz, donde la Piel de Tambor de Pérez Reverte, hay uno, y está bastante bien, en Triana, algunos más hay, aunque yo no los encontré, pero bares hay y buenos.
La Expo, fue, la vimos y venció, para mi con el Canguro, ahora han abierto varios programas con el mismo criterio, al malo, le hundimos más, qué risa. También con el pabellón polaco, guapas camareras, agradable, buenas vistas, sin colas, olé. El pabellón del Descubrimiento, joder qué pantalla, pero se quemó, no estaba mal de discoteca, desangelada. Un hielo en el de Chile o en otro, unas maderas en el de Japón, en Marruecos, una jaima, en el de España, todavía estoy haciendo cola, y muchos más, unas pantallas, unos documentales acojonantes, unos paseos, agua que te ducha, comer y beber caro carísimo, estuvo muy bien. Sevilla Olé y olé. Manque pierda.
En fin, un saludo.

Cuaderno de viajes I: Madrid

Cuando recuerdo los viajes que he hecho a lo largo de mi vida, lo que me viene a la memoria son pequeños flashes, en donde evoco una sensación de lo que vi y viví, o quizás algún sentimiento relacionado con ello. Los viajes de trabajo, comprimen aún más estas sensaciones, ya que lo lúdico es más reducido, por lo que no voy a hacer una guía de viajes, ni nada parecido, sino una descripción de las sensaciones que tuve.
El primer viaje, empieza en Madrid, mi ciudad, donde los recuerdos infantiles que guardo hacían que pequeñas distancias me parecieran muy grandes, una sensación de calor como cuando se pone uno al Sol en primavera, una ciudad luminosa y acogedora, una especie de domingo por la mañana permanente, sensación que repito cada vez que vuelvo, cada vez que un rayo de Sol me alcanza al mediodía.
Para mí, esta ciudad, aunque en invierno hace bastante frío, siempre te permite esos momentos, y pese a que parece que la velocidad, el trabajo, las compras, las gestiones varias te llevan, el alma de la ciudad es cálida y tranquila.
Sus bares, tabernas y restaurantes te trasladan a un mundo humano, de conversaciones abiertas, de familiaridad, no muy distintas a la de un pueblo pequeño. Aunque al salir, puedas disfrutar de una amplia oferta de interesantes oportunidades, que tu recoges si puedes y quieres. Puedes ver el Palacio Real, sus jardines, la Plaza de Oriente, sus gentes, la calle Mayor, su historia, las calles pequeñas, sus plazuelas, la Plaza Mayor y la Puerta del Sol, sus turistas, sus vendedores y sus cacos, el Congreso, la fuente de Neptuno, los hoteles y la Bolsa, la Estación de Atocha, Lavapiés o el Rastro, la Puerta de Toledo, el Calderón, el río que ha vuelto entre excavadoras, la Puerta de San Vicente, la Estación del Norte o Argüelles, más compras en Princesa, la Plaza de España, Conde Duque y la Gran Vía, tan cerca y tan lejos, los bulevares que no hay, que te llevan a Colón, pasando por la Audiencia Nacional, llegando a la Biblioteca Nacional, al Museo Arqueológico, al Prado, al Retiro, la Cibeles, donde puedes seguir comprando en Serrano, Goya, Velázquez, o ir a los toros a Las Ventas o al Palacio de los Deportes, un concierto o un partido, o seguir hacia el Bernabeu.
La Castellana que cruza, pero no divide, Madrid es igual en todas sus calles, en unas hay más corbatas, en otras más anises, en Cuatro Caminos, más gente, hacia la Plaza de Castilla, con sus juzgados y el Canal, con sus exposiciones, las torres Kio, las torres nuevas, puedes ir al Pardo, con sus palacios, sus cuarteles y sus fantásticos merenderos, o a Moncloa con sus presidentes, sus facultades, los maceteros....
En Madrid, puedes ir a Carabanchel, a Aluche o a Batán, a la Casa de Campo o a Aravaca. Puedes ir a Fuencarral, a Ciudad Lineal, a Moratalaz, a Vallecas o Entrevías, a Coslada o a Vicálvaro, pequeños pueblos, grandes barrios, mucha gente joven y vieja, muchas historias.
En fin, un saludo.