martes, 5 de agosto de 2008

El blog desconocido

El almacén de libros perdidos u olvidados, el blog no leído o ignorado o desconocido, el periódico sin lectores, el conversador sin interlocutor, el adivino sin bola de cristal o sin futuro, el fresco del barrio con pan duro, el obrero sin trabajo, el solista solo, el músico sin fans, el médico sin pacientes, el guardia jurado en el trabajo o fuera de él, el publicista sin anunciantes, el informático sin conexión, el dueño del bar, todos nos llevan al alcohol, en sus muchas variedades: cervecitas, tinto de verano, finito, manzanilla, cubatas, licores traicioneros, vinos buenos, malos y regulares, todos nos esperan ante la soledad más absoluta.

No, prefiero no tener fans, no, prefiero no tener lectores, así soy más libre, nadie me influirá en mi pensamiento, salvo el alcohol, antes mencionado, que me acompañará ese día y el siguiente, y todos los que sigan.

Yo no lo necesito, es que me gusta, me gusta balancearme mientras ando, mientras llego a casa inconsciente, cuando me detuvo la policía, así les pude decir lo que quería, lo malo es que no me acuerdo, y así después en la cárcel tendré la soledad necesaria para crear mi obra maestra, el libro que revolucionará las estanterías de las librerías, ya vibrantes de por sí, si junto al último volumen de Ana Rosa Quintana, junto a los libros del ex marido de la princesa de Asturias, o junto a las memorias del último participante de OT. Qué maravilla, gracias a los cinco chupitos de hierbas adulteradas que me invitaron.

Quiero ser un autor maldito, un lector maldito, un parado maldito, un peatón maldito, un encabronado más de la España de Zapatero: ¡Gracias Pedro Solbes!, sin ti, no lo habría conseguido, a mis profesores cuando me echaron del colegio, a mis amigos que me invitaron al primer porro, a mi novia cuando me dejó, a José Tomás, a la Reina Elisabeth, a los Últimos de Filipinas, a todos ellos, por mantener la esencia de España, a Gibraltar por no ser español, a la isla de Perejil, en la que tan buenos ratos hemos pasado todos, a Benidorm por la tranquilidad que me transmite. Tonto el que lo lea, reza la pintada del niño simpático que llevo dentro, gracias al cobrador del frac que me supo escuchar, al que lee los contadores de la luz por su oportunidad, a todos, a todos por haberme dejado ser un autor de culto, oculto a las masas, gracias.

Después de poner esta sencilla pintada en la pared del Ministerio de la Igualdad, qué más da lo demás, sólo yo encontré la dirección y ellos me remitieron a la persona adecuada para recoger las protestas de los ciudadanos, el defensor del autor del blog sin lectores, el libro blanco de los blog en blanco, un saludo veraniego a todos y todas, a ninguna y a ninguno, google analytics es implacable, cero visitas quiere decir cero visitas.

Muerte de un disidente

Alexander Solzhenitsyn, escritor, autor de Archipiélago Gulag y víctima de la represión comunista soviética, murió el 3 de agosto de 2008, en Moscú.

En España, hacia 1976 dió unas conferencias y concedió una entrevista en televisión que le llevaron a recibir insultos de muchos izquierdistas españoles identificados como estaban con el sueño soviético y malheridos por desvelar la pesadilla que era el socialismo real en sus últimos términos: esclavitud, asesinato, campos de concentración, inhumanidad generalizada, que comparado con la dictadura autoritaria de Franco, no dejaba elección posible, una vez más al descubierto, la elección que hicieron los españoles en 1936, dos situaciones muy distintas, que volvían a encontrarse.

Los intelectuales de la izquierda española soñaban con sus gulags donde meter a sus adversarios intelectuales o políticos o a cualquiera que disiente de lo políticamente correcto que ahora preconizan.

Querían tener gulags para obligar a ver sus películas coñazo, leer sus libros buenrrollistas o ver sus graciosísimos programas de televisión, ya que lo demás ya lo han conseguido, poner sus estatuas allá donde queda un hueco, sus cuadros a millón, sus conciertos en todos los municipios, aunque nadie lo pagaría por sí mismo ese caché. Hacerse oir y ver en sus medios de comunicación totalizantes.

Pese a ello, tienen nostalgia, algo no sale lo bien que querrían, habría que hacerlo obligatorio, eduquemos a la ciudadanía, pero ni aún así, algo falla.

Alexander Solzhenitsyn es una prueba de cómo siempre fallan al final porque su falta de adecuación a lo natural, demostrando que su ingeniería social son experimentos fallidos, pesadillas efímeras.