domingo, 23 de marzo de 2008

...Es español

Me acabé el libro de S. Dragó, lo que me quedaba por leer era lo mejor, propone la tesis de Luis Martos (En Busca del universo invisible, Letra clara, 2002;En el umbral del universo invisble, Letra clara 2006), en ella se tratan conceptos también tratados por Américo Castro (Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus, 2000), esto es, el origen de España basado en las cruzadas (8 siglos de Reconquista, y después otras guerras de religión) promulgadas por la Iglesia, donde lo que se primaba era la vida futura, tras la muerte, y que en esta vida todo se les perdonaba mediante la confesión y la penitencia, haciéndoles distantes de la tierra en que vivían, y de la responsabilidad.

Américo Castro, dice que el nombre de los españoles, procede de la denominación genérica de los Reinos de las Españas, que les dieron los franceses que venían por el camino de Santiago y que durante mucho tiempo sólo se los definía como cristianos frente a los moros. Anteriormente a esos nombres eran Hispani, Romanos o Godos. Según Martos, por eso los españoles seguiremos siendo, pese a ir dejando atrás las creencias religiosas, igual de intolerantes al pensamiento del otro, planteando las cruzadas peninsulares como guerras civiles, donde se imponen los valores de unos a otros permanentemente. Resumido en que sin el trasfondo católico, España no sería nada.

Aqui entraría el intento liberal, desde Cádiz en 1812, de introducir el término nación como definitorio de lo común, difícilmente defendible en estas fechas, sólo por Gustavo Bueno (España no es mito, Temas de hoy, 2005), donde distingue nación histórica, nación política y nación étnica, definiendo distintos planos que hacen confundir los razonamientos. Otro día sigo por aquí.

Donde Sánchez Dragó prefiere Patria a Nación, la patria como empresa común sugestiva frente a los particularismos (Ortega y Gasset, La España Invertebrada).

Sánchez Dragó no cree en la responsabilidad única de la Iglesia, ya que no todos los católicos son como los españoles, aunque deja fuera el término nación y se decanta por el término patria, con dos conceptos que para él, la definen: la lengua castellana y la Tauromaquia.

Sobre la Tauromaquia, hace un bonito, exagerado y poético tratado. La Tauromaquia como rito religioso. Los compara a los sacramentos católicos, el del matrimonio, como trasvase por empatía del yin al yang. Donde el torero vestido femeninamente, hace el paseíllo, se pavonea, y mediante el rito va trasladando los atributos masculinos del toro (la presencia del toro, la fuerza, los pitones) al torero, que en el tercio de muerte, con el estoque, finaliza la traslación, siendo el torero, el sacerdote de dicho rito. Muy interesante.

En lo formal, tiene mucho humor, hace varios finales, varias introducciones, la argumentación se la deja a otros, cambia el orden constantemente. Es una especie de diálogo consigo mismo. Está muy bien. Al final, lo español como disfrute de la vida, de los amigos, de la comida y la bebida, con buen tiempo, en una terraza, tras disfrutar de los toros en Barcelona.