jueves, 30 de octubre de 2008

Rajoy se viste por los pies (Marketing político I)

Se viste por los pies, pero ya querría tener el valor de María San Gil, ya querría tener los arrestos de María Teresa de la Vega, el porte y valor político de Esperanza Aguirre, la capacidad política de Margaret Thatcher, la capacidad de análisis de Hannah Arendt, los conocimientos de Historia de Carmen Iglesias o de Elena Hernández Sandoica, la capacidad de trabajo de la mayoría de las mujeres, la integridad de Maite Pagaza, la claridad del discurso de Rosa Díez, el mando de Teresa Campos, la amabilidad y capacidad de tantas y tantas señoras, que este sujeto incapaz, chulesco y cobarde que nos ha tocado, por imposición o por coacción a unos incapaces compromisarios, como presidente del partido, que hasta hace unos meses, creía que me representaba.

Aparte de la desafortunada frase, propia de conversación de bar (de un zafio), el Marketing político, algo que siempre parece denostado, tiene su utilidad, primero como elemento estratégico (conjunto de acciones para lograr un fin), como forma de planificación (saber lo que se quiere hacer y ofrecer de antemano), que ya sería bastante, pero además, sirve para evitar errores de antemano.

En Marketing, en general se trabaja sobre el Marketing Mix, lo primero y lo principal, es el producto o servicio que se ofrece: en esta caso, un partido político, con unas ideas claras de política (¿liberal? ¿de centro? ¿conservador? ¿qué Rajoy, qué eres? y de gestión de las disitntas áreas, pero además, como leía hoy en El Mundo (30-10-08), en la Tribuna Libre, Manuel Alvárez Tardío, hay que tener un explicación histórica, comprensible de cómo se llega a ese momento, y no un discurso inane, que deja desprotegidos y desorientados a los votantes deseosos de identificarse en sentido general con lo que votan, pero además, del contenido (fundamental, básico) está el envase, el embalaje, la etiqueta, la evidencia física, y esto hay que hacerlo atractivo (en nuestro caso, vamos mal, con un tío con barba, avejentado prematuramente, que bizquea, que echa salivazos al hablar, que dice que el desfile en celebración de la Fiesta Nacional es un "coñazo", o con frases machistas o estúpidas a cada rato, pero bueno, esto no es lo peor), lo peor, es que las etiquetas en vez de ponerlas tú, te las ponga la competencia (fachas, franquistas, machistas, ultras, inútiles, etc, pero esto, tampoco es lo peor, lo peor es que acierten).

Luego está el precio, que en este caso, es el valor percibido al adquirir un producto o servicio. Con figuras de segundo orden, de baja calidad, el valor no es muy grande, pero si además consideramos otros conceptos como los riesgos percibidos, cada vez nos lo ponen más difícil, ya que hoy en día ser del PP, no solo no es ni cómodo, ni innovador, ni barato (el coste social por identificarte con este partido es mucho mayor que ser de cualquier otro), ni simpático, ni socialmente, tan bien aceptado como otras opciones (no digamos en algunas comunidades como Catalauña, País Vasco y cada día más). Los beneficios psicológicos que aporta tampoco son muy allá que digamos, más bien, desánimo, que otra cosa, de reducción de problemas, cuando había gente que te soluciona y gestiona bien, en cambio ahora, la calidad es escasita.

Por otro lado, está la distribución, por dónde colocamos nuestro producto, por los medios de comunicación, por Internet, directamente (los menos), los afiliados (que se suponen los más fieles, pero también los más preocupados, ya que en teoría se identifican más con el producto), distribución física, mediante representantes, que también son nuestra imagen (el hecho de dejar una parte, Navarra, con comerciales externos, no parece buena idea), pero cada uno de nuestros representantes internos tienen que vender nuestro producto, si no vale se cambia, sino se identifica con el proyecto (Gallardón) también, por supuesto si nos sisa (corruptos, ineptos), también a la calle.

Y por último, la comunicación: mensajes claros, cortos, entendibles, diferenciados, hechos con soportes de calidad, ya que transmiten nuestra imagen, y con una gestión de las herramientas que nos hagan más rentable llegar al público.

Trabajar la Marca, los valores de la marca, la imagen corporativa interna y externa que queremos transmitir.

Publicidad, en medios, la más adecuada, provocando Atención, Interés, deseo de adquirirla y acción, a votar, a movilizarse a favor, a opinar con nosotros.

Relaciones Públicas, por supuesto con los medios, que nos proporcionan Publicity gratuita de nuestro mensajes y producto/marca, patrocino identificarnos con causas nobles que nos aporten buena imagen adicional (deportivos, culturales, sociales, locales). Asimismo, actividades below the line, aparte de las citadas: eventos (fiestas, mítines, actos, lo que sea, todo bien cuidado). Marketing directo (por ejemplo cartas a los ciudadanos explicando nuestras posiciones, nuestra visión, nuestro producto), atención al cliente (viendo si se está contento o no, por qué si o no se está satisfecho con nuestra compra/voto).

Pero para que todo esto resulte eficaz, hay que conocer bien lo que hace la competencia, cuál es su estrategia, su marketing, qué hacen bien para copiarles lo bueno, qué hacen mal, para atacar por ese flanco, cuál es su debilidad (marketing de guerrillas). También la percepción de la competencia global, qué hacen interesante en Estados Unidos o muy mal (en Argentina o Venezuela, por ejemplo).

Asimismo, tener una cultura corporativa, adecuada, buena, que resuelva dudas, unidad de mando, una buena comunicación interna que haga a todos conocer qué es lo que se espera de ellos y además que sirva para hacer llegar a la dirección las aportaciones de la organización, control de calidad, considerando todos los aspectos de los distintos candidatos, una buena gestión de los recursos humanos, no perder los más valiosos (como a María san Gil), que los procedimientos de todos y cada uno sean los adecuados, conocidos por todos, para saber qué hacer, cuando surjan problemas.

En fin, una serie de cosas, que a todas luces fallan estrepitosamente en el PP, especialmente en la dirección, y cuando la dirección falla, la empresa política, irá bajando poco a poco, o mucho a mucho, hasta desaparecer. ¿Hay alguien que no piense que hay que cambiar la dirección? ¿se ha dado cuenta alguien más que yo, que para dirigir un partido, no solo hace falta saber por dónde vestirse?