miércoles, 13 de febrero de 2008

El éxito y el fracaso

En el mundo actual, el éxito parece la medida de todo, cuando precisamente ese éxito parece tan limitado, para la mayoría. Alonso, Nadal, Gasol, Casillas, Penélope Cruz, son ejemplos de mucho éxito, éxito globalizado, internacional.

El resto de los que consideramos exitosos son unos desconocidos para la mayoría, pero ese éxito limitado me parece más interesante, en cierto momento, se podría considerar fracaso. Quizá es lo que ha pasado a los artistas españoles no internacionales o poco internacionales (plataformistas), se muestran resentidos con el mundo porque no les reconoce como merecerían. Apoyan a Zp por mediocre, ya que esa mediocridad les hace sentirse más grandes e importantes, quizá esa alegría, de la presumen, se parece a la alegría que muestran los fracasados en los bares, con un sabor agrio y una risa forzada.

La vida de la gente corriente, basada en el trabajo duro, en mil sinsabores que se compensan al llegar a casa, al salir a pasear con la familia, con ver a los hijos crecer, pequeños lujos como salir a cenar, la charla con los amigos. También aspira al éxito, pero es un éxito limitado y retrospectivo, el éxito futuro se basa en el quehacer diario, renovándose a cada momento, retocando los objetivos a lo que puede ser. Ya que al fin, sólo somos mortales. La inmortalidad es para esos pocos: los héroes, los semidioses, los dioses.

El fracaso sería la desgracia permanente, la constancia en el error, la pena de uno mismo, el resentimiento hacia los demás en abstracto, a lo que podíamos haber sido, pero que no fuimos,...

La inteligencia emocional, se basa en la capacidad de uno mismo es sobreponerse a las contrariedades, la esperanza cristiana en la justicia divina, en una vida mejor tras la muerte, un anhelo optimista en un futuro mejor. Por eso creo, que el resentido, en cualquiera de sus versiones, es aquel que no cree ni en sí mismo, ni en el futuro, ni en nada, persistiendo en el error que le lleva a ser más infeliz, el fracaso lo lleva dentro.

Yo tengo una teoría sociológica que hace bastante aguas, en la explicación de la tendencia política de la gente, entre izquierda y derecha, siendo, los de izquierdas, personas que anhelan un mundo mejor, porque no les gusta este, y los de derechas, gente a los que les gusta la vida, pese a todo. No obstante, el fracaso y el éxito, se encuentran, perfectamente repartidos, aunque la forma de aceptar los éxitos, también demuestra tendencias, en unos es culpabilizante, en otros satisfacción, y el fracaso, en unos es resentimiento y odio, en otros es resignación.

Aunque, uno no es siempre de la misma tendencia política, ni está predeterminado para ninguna en concreto, ni tampoco hubiera mejorado el mundo sin gente que desea que algunas o muchas cosas cambien.

Para mí, la clave está en la visión del otro positiva, en la crítica constructiva, en sentir al otro como parte de tí, por ello, creo que cualquier tendencia disgregadora, destructiva es un disparate. La política española actual, tan diferente de la de otros países occidentales, donde todos se ven como enemigos irreconciliables, por supuesto, sucesos como el de ayer, tan repetidos, intentando agredir e insultando a una persona como María San Gil, debe hacernos pensar que vamos por un camino catastrófico. Cualquiera que aliente, sostenga, eduque o participe en este tipo de pensamiento está buscando el desastre, el fracaso de nuestra sociedad, por supuesto el propio. Debemos exigir a nuestros políticos más rigor, más convivencia explícita, no vale que sean amiguitos en lo privado y alienten el resentimiento en el discurso. No es el consenso, sino la discrepancia civilizada, basada en valores positivos, en lo común, en el respeto, en la tolerancia.

El otro día, leía un libro que se llama No pienses en el elefante, de Lakoff, donde hacía una división entre los valores políticos estadounidenses, que según él, se diferenciaban en el tipo de familia, una de padre autoritario, otra de padres protectores, unos creyentes en lo moral de luchar por su propio interés, que lleva a la mejora de toda la sociedad, otros por el pensamiento del deber de la sociedad en proteger a los más desfavorecidos.

Basado todo en el lenguaje cognitivo de cada escala de valores, si aceptas el lenguaje y discurso del otro, acabas pensando como el otro, para ello, proponía conocer los valores de los otros, su lenguaje y actuar proponiendo los propios valores con un lenguaje propio. Para mí, lo mejor del libro está en obligar a analizar el lenguaje y discurso del otro, obligándote a plantearte tus propios valores, para de forma positiva exponer los tuyos. Si aquí se hiciera esto, mejor nos iría, pero no por parte de los técnicos "los fontaneros", sino por los votantes, por los líderes políticos, por los líderes de opinión.