viernes, 25 de abril de 2008

Cuaderno de Viajes XIV

Kapuscinsky, citando a T.S. Eliot dice que en nuestra época, hay otro provincianismo, no el del espacio, sino del tiempo, "un provincianismo para el cual el mundo es propiedad exclusiva de los vivos, sin participación alguna de los muertos. El peligro de esta clase de provincianismo es que todos, todos los pueblos de la tierra, podemos ser juntos provincianos; y a quienes no se contentan con serlo, sólo les queda convertirse en ermitaños" (Viajes con Heródoto: 304).

La historia como una ininterrumpida cadena de presentes, si el viajero tiene buena memoria acumulará muchas historias, lo que vió y lo que pensó.

Kapuscinsky saca las leyes de la historia, según Heródoto, la primera ley, la ley del desquite, de la venganza, no sólo es ley sino el más sagrado de los deberes, el que no cumpla será maldecido por su familia, por su clan, algo que atañe a los dioses y al impersonal e intemporal Destino. El miedo a la misma, debería disuadir a cada uno de nosotros de cometer una acción indigna y dáñina para otros. La segunda ley es que la felicidad humana nunca es duradera. La tercera ley es que lo dispuesto por el destino no pueden evitarlo los dioses mismos.

La Historia, que en griego significa investigación se propone descubrir, conocer y describir. Satisfacer la curiosidad, a través del camino, del movimiento, del viaje, mediante una fe llena de optimismo. Describir el mundo sin culpar al ser humano sino al sistema, sólo en la democracia y en libertad, el hombre tiene oportunidad de comportarse dignamente.

Pero la libertad de expresión, positiva puede convertir una discusión en riña estéril y destructora. Pero Heródoto, presenta la humanidad y sus avatares a través de individuos concretos, con sus nombres, con sus grandezas y sus miserias, nobles o crueles, victoriosos o desgraciados.

El mito se mezcla con la realidad, las leyendas con los hechos. La manera de pensar del ser humano dependen del mundo de los espíritus, sueños, temores y augurios que lleva dentro. El pasado no existe, sólo existen sus infinitas interpretaciones.

Con estas leyes que nos dejan Heródoto, padre de la historia y Kapuscinsky, genio de la vida, se puede hacer un buen viaje espacial y temporal, pensar en los avatares de la historia del mundo, en los falsos oráculos, en cómo los dioses esconden la visión de la realidad a algunos hombres, en cómo el destino se cierne sobre nuestras cabezas, de cómo nuestro héroe cae en desgracia, y el futuro, como diría Antonio Molina, es muy oscuro.