jueves, 8 de mayo de 2014

LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS

Cuando veo en los telediarios el secuestro de más de 200 niñas en Nigeria por un grupo islamista cercano a Al Qaeda, los muertos que hay todos los días en Siria, en Irak, en Afganistán, que cuando no tienen un coche bomba, se les cae la tierra encima y desaparece un pueblo entero. Cuando veo las noticias de Ucrania, con más muertos y como va empeorando la cosa. Cuando dan las cifras de los muertos en tráfico, cuando un ex novio o ex marido mata a una mujer, y así, y aún cosas peores, que es difícil, pero si profundizas en las noticias, las hay. El horror es tan grande, y la imagen que veo es a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis que cabalgan.

Los jinetes cabalgan, con su aspecto temible, cada uno lleva su signo y su maldición: la guerra, el hambre, la peste y la muerte, como las noticias.

Pero la imagen que tengo no es de la novela "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" que escribió Vicente Blasco Ibáñez en 1916, que no he leído, aunque lo haré algún día, pero sí he visto varias veces la película de 1962, dirigida por Vicente Minnelli, que protagoniza Glenn Ford, y me siento como él, si lo obvias es frivolidad, si lo sientes no es posible más mantener una posición de tibieza, porque esa indiferencia te protege, y si lo asumes, debes actuar, pero no lo hago, no soy un héroe. Me he convertido en un cínico.

Así, podré preocuparme por mis cosas, y como Diógenes, cuando le preguntaron una vez por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, respondería: “Porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos”. Lo de pobre, es un término relativo, cuando me volví, bajé al portal y en la puerta de un supermercado hallé 200 millones de sabios que recogían las hierbas que tiré. Lo de filósofo, se me queda grande, aunque busco saber y creer, pero no lo consigo, demasiada basura, demasiados corruptos, demasiados malos y demasiadas dudas.

Y voy con Calderón: Así Pedro Crespo, alcalde perpetuo de Zalamea, que aconseja así a su hijo Juan antes de que marche a la milicia:

Por la gracia de Dios, Juan, / eres de linaje limpio, / más que el sol, pero villano. / Lo uno y otro te digo; / aquello, porque no humilles / tanto tu orgullo y tu brío, / que dejes, desconfïado, / de aspirar con cuerdo arbitrio / a ser más; lo otro, porque / no vengas desvanecido / a ser menos. Igualmente / usa de entrambos designios / con humildad; porque, siendo / humilde, con recto juicio / acordarás lo mejor / y como tal, en olvido / pondrás cosas, que suceden / al revés en los altivos. / ¡Cuántos, teniendo en el mundo / algún defecto consigo, / le han borrado por humildes; / y cuántos, que no han tenido / defecto, se le han hallado, / por estar ellos mal vistos! / Sé cortés sobre manera; / sé liberal y esparcido, / que el sombrero y el dinero / son los que hacen los amigos; / y no vale tanto el oro / que el sol engendra en el indio / suelo, y que conduce el mar, / como ser uno bienquisto. / No hables mal de las mujeres; / la más humilde, te digo, / que es digna de estimación; / porque al fin de ellas nacimos. / No riñas por cualquier cosa; / que cuando en los pueblos miro / muchos, que a reñir se enseñan, / mil veces entre mí digo: / «Aquesta escuela no es / la que ha de ser». Pues colijo / que no ha de enseñarse a un hombre / con destreza, gala y brío / a reñir, sino a por qué / ha de reñir; que yo afirmo / que, si hubiera un maestro solo / que enseñara prevenido, / no el cómo, el por qué se riña, / todos le dieran sus hijos.


Y como La vida es sueño,

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.