lunes, 17 de marzo de 2008

La Fiesta Nacional

El toreo, los toros, los toreros, los banderilleros, los aficionados, el público en general conforman una estética extraña, para algunos anticuada y aborrecible, para otros, entre los que me encuentro, una representación de la vida, un ideal de belleza, antiguos valores como la lucha del hombre contra la naturaleza salvaje, la lucha de la fuerza contra la técnica, apoyado en una representación estética, en un ideal estético, pero también ético, la posibilidad real de la muerte.

Los elementos estéticos cambian, en función de donde se desarrolle, no es lo mismo, una plaza portátil, a un coso como Las Ventas de Madrid o La Maestranza de Sevilla. En muchas plazas españolas, la bandera bicolor, es un elemento fundamental de la decoración, ya que siempre los toros han estado asociados a la fiesta, patrocinadas y dirigidas por la autoridad, también se la llama Fiesta Nacional, ya que durante mucho tiempo se hizo de los toros, algo típico español, aunque el origen está en la Antigüedad, en el ámbito del Mar Mediterráneo, se practica en otros países de nuestro ámbito como Francia y Portugal, además de muchos países de Iberoamérica. En otras, ha desaparecido, ya que la autoridad ha cambiado de tendencia, como en el País Vasco o Cataluña, incluso se ha querido eliminar por tener connotaciones españolas, como ha ocurrido en Barcelona, por suerte sin éxito.

La vestimenta de los toreros, que cambia también según las ocasiones y circunstancias, ha sido tildada de afeminada, aunque, hoy en día lo parezca, se debe a la vestimenta festiva de los majos, que pintara Goya, habiendo una vestimenta denominada goyesca, para determinadas ocasiones. También se usa vestimenta campera, en otros momentos. El campo y lo andaluz, también tienen mucho influjo en la estética torera, de público y toreros.

Gente que charla, hay que hacerlo con precisión, sino es fácil hacer el ridículo, mira, bebe, fuma, comenta en alto y en bajo, gente que grita, incluso insulta, pero con precisión experta sino serás expulsado por el público guardián de las esencias. Turistas que llegan con interés y expectación, que se aburren al final, sobre todo si los toreros no transmiten emoción, sino consiguen enlazar buenos pases, hacer una buena faena, matar bien. Hacer que el público aplauda, se arranque con oles, saque el pañuelo blanco, ovacione al creador de un momento único, de la corrida ideal, de ese ideal de belleza, esperado y tan pocas veces visto.

En Las Ventas, considerada, la principal del mundo, de primera por tradición, antigüedad, número de festejos y tamaño, junto a unas pocas más (San Sebastián, Bilbao, Barcelona, Valencia, Córdoba, Sevilla, Málaga y Zaragoza), se guardan las esencias del toreo, a veces, un tanto incomprendido por gran parte del público, ya que exigen un toro bravo, un toreo clásico, donde se demuestren valor y técnica conjuntamente, a la vez de transmitir emoción y arte. Cuando no es así, sus aficionados voceros, patalean, sacan pañuelos verdes, pitan o callan, o tiran almohadillas, si la ocasión lo requiere. No obstante, distintos aspectos estéticos se pierden muchas veces con tanto purismo, que se pueden ver en otras plazas, donde los toreros no se juegan tanto, ya que de su actuación en Madrid, depende su temporada y desde luego, que vuelvan o no, a torear en Las Ventas.

El sol, el viento, el frío o la lluvia influyen en el espectáculo, por su puesto el cartel, los toros, de la ganadería que sean, que auguran mejor o peor calidad, pero no la aseguran, mil formas, mil nombres, mil tonalidades. La sangre, los animales (toros, caballos, mulillas), los subalternos (banderilleros, picadores, mozo de espadas), los monosabios, los areneros, los alguacilillos, el presidente, los mulilleros, apoderados, ganaderos, gerentes, aficionados,.... Cada uno con su rol establecido.