viernes, 4 de abril de 2008

El individuo hipermoderno

Gilles Lipovetsky y Sebastien Charles escriben en Los tiempos hipermodernos (Barcelona: Anagrama, 2006) una teoría sociológica que comparto, que consiste en considerar que hemos entrado en una nueva era en cuanto al comportamiento del individuo se refiere, dando lugar a la manifestación de deseos personales y a la búsqueda de la realización individual.

Entramos en el "reino de la moda plena", convirtiendo los sistemas de representación en objetos de consumo, intercambiables como un coche, sacralizando la felicidad privada de las personas: haciendo un "sírvase usted mismo" de emociones y placeres, viajar, divertirse, no renunciar a nada, todo adaptándose a lo útil, haciendo que los vínculos sean más superficiales.

Pero en este mundo, la inseguridad ha invadido los espíritus, la salud se ha impuesto como una obsesión de masas, el terrorismo, las catástrofes son las noticias diarias. Ahora nuestras preocupaciones son la seguridad, la salvaguardia del planeta, la urgencia humanitaria, efímera, como un programa de televisión.

Los individuos se han emancipado de los roles sociales y de objetivos lejanos, pero tras la alegría posmoderna sigue el desencanto: el hedonismo retrocede ante el miedo, la vida se vuelve más estresante, es la época de la "crisis del futuro", el eclipse de la idea del progreso, amparado sólo con la fe en la tecnociencia, con tiempos breves en la economía y en los medios de comunicación.

La confianza fluctuante, el instante asociado a un futuro que se ha vuelto inseguro y precario. Las nuevas actitudes ante la salud son la "venganza del futuro", con una ideología de la salud y longevidad, junto con la prevención, la medicalización de la existencia.

Una de las principales preocupaciones de nuestro tiempo, es precisamente, el tiempo. No sólo hay una aceleración de los ritmos de vida, hay una conflictividad subjetiva de la relación con el tiempo.

Por un lado, favorecen la introspección, por otro, hacer percibir en las personas y organizaciones un clima de opresión que exige resultados a corto plazo, crea una atmósfera de exageración, de urgencia, no sólo en el trabajo sino en la vida cotidiana, con un sentimiento de sentirse desbordados o desbordadas: tenemos la sensación de tener poco tiempo.

La compulsión compradora como mal menor, como forma de llenar el presente y el futuro. Revitalizarse mediante novedades. Pero no todo es negativo, la democratización de las tecnologías del bienestar, la música, los viajes, los paisajes, lo estético conoce un éxito en esta época sin precedentes. Una búsqueda de la calidad del momento.

Con una cultura paradójica: la conquista de la eficacia y el ideal de la felicidad en la tierra: se busca el espectáculo en vivo, la unión sentimental de las parejas es más fuerte, se busca el contacto personal con amigos, hay más gente haciendo labores de voluntariado, hay más preocupación por el medio ambiente, lo que se ha pasado es que se han diversificado los modelos.

Aunque este mundo individualizado, provoca una vulnerabilidad psicológica por la pulverización de los antiguos sistemas de encuadramiento (grupos, familia, culturas de clase, religión). Por eso se pierden sentimientos de pertenencia colectiva, aunque también es un hervidero de identidades regionales, que exhuman y redescubren el pasado, con obsesión conmemorativa de mil cosas, por saturación. También en la moda, éxito del vintage, de lo retro.

Habla de más cosas, es interesante, un poco duro en su estilo, pero creo que el análisis es muy certero. Diferenciemos entre lo que hacemos por la época que nos ha tocado vivir y lo que realmente queremos hacer, o quizá todo lo marca el tiempo: desde el pensamiento hasta lo que hacemos.