jueves, 20 de enero de 2011

En la calle

Estaba en la calle fumando, dónde si no, y como todavía no hace tiempo de sentarse en un banco, paseo y me fijo en la gente que pasa, que como todos sabemos cada vez somos más, unos esperando a Godot, otros entreteniendo el tiempo, hay quien cree que está trabajando por aquello de ir de sitio en sitio intentando vender algo, muchos que han decidido ponerse en forma ahora que tienen tiempo, gracias a Zp, y en cierto modo es una buena noticia, los españoles hemos recuperado nuestra calle.

Emocionado por la gran noticia que recibíamos ayer, sobre que ya se puede hablar en galllego, catalán y euskera en el Senado, y que sólo nos va a costar 400.000 euros al año la presencia de intérpretes al castellano y del castellano a las demás lenguas, cienmil eurajos arriba o abajo, he caído en un fallo que han tenido nuestros políticos al hacer esta utilísima y necesaria reforma del reglamento del utilísimo y necesario Senado, lleno asimismo de valiosos próceres de la patria, que es el olvido, que espero que no sea intencionado, pero que es claramente discriminatorio del caló, si señorías, porque si algún pueblo conoce el territorio español como nadie ese es el gitano, que desde el incierto día que entraron en la península ibérica, estaban constituidos por una identidad bastante más definida que muchos de los que ahora se las dan de diferentes.

Porque sin gitanos, no sería casi nada el flamenco, patrimonio de la humanidad, sin gitanos, nuestra calle no sería lo mismo, no habría prácticamente limpiabotas, tristemente en extinción, ni podrían encontrar nuevos dueños los objetos extraviados, ni tendríamos un medioambiente tan fantástico sin su labor de hace decenios por el reciclaje (de chatarra fundamentalmente), pioneros mucho antes que los pijos progres que creen haber inventado el Medio Ambiente, sin gitanos las tascas no tendrían ese ambiente tan cañí, ahora sin humo tampoco será lo mismo, sin un gitano como Rodrigo de Triana, Colón no hubiera descubierto América y hubiera seguido camino a ninguna parte, sin gitanos no habría rumba catalana, ni ferias en los pueblos con sus casetas de tiro al blanco o los coches de choque, o cómo hubieran terminado las Olimpiadas de Barcelona 92, sin los Amaya y Peret, o qué sería de los programas del corazón sin Isabel Pantoja, apenas nada, ¿quién recogeria muchas cosechas si no?, sin gitanos no se habrían regalado la mitad de flores a las novias, a las madres españolas, y nuestros cementerios serían más tristes, y no como ahora, pura alegría, tampoco habría distribuidores de todo lo que se prohibe (no todo es bueno), haylos buenos y malos, ni se hubiera escrito Carmen, ni las navajas de Albacete habrían alcanzado su justa fama, ni la guitarra española, ni la cabra, ni la Legión, ni Curro Jiménez, ni el toreo, ni siquiera el vino de Jerez, sería lo mismo.

Y España molaría menos, no sería fetén, ni chipén y tendríamos que soportar el paripé de los barandas y el camelo de los choros, que chamullan caliente y nos dan coba, para endiñarnos una ful, y seríamos un país más triste, sin duda.

En fin, ahora que piso más rato la calle, me he acordado lógicamente de los gitanos y creo que es evidente la necesaria rectificación del Senado, si quiere ser una cámara territorial, porque de caminos, de carretas, de herraduras, de los campos de España, de la sierra, con sus bandoleros, los que más saben de España, son la pestañí (la Guardia Civil) y los gitanos.