viernes, 7 de marzo de 2008

Sobre el terrorismo

El terrorismo como la propia palabra dice, busca el terror, generar miedo, para tener poder, el número de víctimas mortales, evidentemente, no puede ser el modo de medir su maldad, ni su efectividad.

El "poder" sobre la vida de los demás es su arma más mediática y "aleccionadora", pero como la mafia, modulan esa coacción desde el insulto, la amenaza, el doble lenguaje, las agresiones, el atentado a las propiedades (coches, casas, cajeros, contenedores,etc,...), hasta el asesinato sea personal dirigido (coche bomba, tiro en la nuca) o indiscriminado (bombas en sitios públicos), avisando o sin avisar, precisamente el aviso, les posiciona en una posición de fuerza en algunos casos, como ocurre con el secuestro, con o sin ultimatum explícito.

La lección que aprendimos todos con el secuestro y asesinato del concejal del PP, Miguel Ángel Blanco, fue precisamente, que podemos con ellos, no cediendo a su chantaje del miedo, que si cedes estás perdido, pero que si no lo haces, su fortaleza desaparece, porque somos más, más fuertes y mejores. Porque el poder en la democracia, lo tienen los ciudadanos, porque la calle es nuestra, porque si desatan nuestra violencia les aplastamos como a cucarachas, porque nuestras fuerzas de seguridad son organizaciones muchísimo más poderosas y numerosas que ellos, porque una sociedad unida en valores y en la ley es inexpugnable.

Evidentemente, para mí, el número de asesinatos no puede ser una medida, ya que puede indicar lo contrario, que han conseguido sus objetivos de poder y terror. El mal es el mismo si hay un asesinato o mil, la extensión del terror, tan ignominioso y abominable es el terrorista o el nazi que mató a una víctima como el que lo hizo a mil o seis millones, tan ignominioso y abominable es el que apoya, comprende, alienta a asesinar una vez o mil.

Y todo aquel, que siente que el terrorismo es cuestión de cifras, es una persona que carece de las virtudes básicas de un ciudadano que es sentir rechazo frontal y absoluto contra aquel que atenta contra las libertades de cualquier persona, cuanto más, de toda la sociedad o de una parte de ella.

Toda persona de bien debe sentir rechazo sobre los asesinos y debe sentir un deseo de evitar que tales hechos se repitan y que el responsable o responsables reciban su merecido, apartándoles de la sociedad en sentido físico (cárcel) y por supuesto político (capacidad de influir y de dirigir), sean los asesinos de Sandra Palo, cuyos violadores y asesinos, se encuentran hoy en la calle, por la estúpida Ley del Menor (una más de los socialistas) o los terroristas de ETA.

Pero la diferencia principal que encontramos, entre asesinos individuales o en grupo, organizaciones criminales y organizaciones criminales terroristas, estaría, no en el dolor que generan en la víctima, sus familias y la sociedad, que sería el mismo, sino, en los objetivos que persiguen, la intencionalidad, que en unos sería satisfacer su pulsión criminal (tampoco carente de satisfacer su deseo de poder), en otros sería satisfacer sus intereses económicos (obviamente ilícitos, malignos y absolutamente repudiables) y los terroristas, con sus deseos de poder político, fundamentelmente. Siendo prioritario, en estos últimos evitar, que consigan sus objetivos políticos, que son los que los mueven e impulsan.

También, a la hora de luchar contra ellos, en todos los casos, hay que hacer que el miedo a las consecuencias sea más grande que sus ansias criminales, y esto se consigue en todos los casos con descrédito social, repudio social, en las penas de cárcel que sean tan grandes que les hagan desistir, no como ocurre ahora, y que sus objetivos, de notoriedad, de dinero o de poder político, sean un fracaso. Y que su destino sea siempre el fracaso, la cárcel. Que las víctimas, sientan cierto alivio al ver apartadas a esas alimañas de la sociedad.

Para ello, hay que hacer que la ciudadanía, esté educada en valores morales que abominen ideas e ideologías que amparen estos comportamientos. Que la sensación de justicia sea efectiva y eso no se logra ni negociando con terroristas, ni culpabilizando a toda la sociedad de las acciones de estos criminales y por supuesto, no concediéndoles sus objetivos, ni garantías, ni prevendas, que ellos no dieron a sus víctimas. A los criminales hay que tratarlos como criminales. Y las víctimas, no se las cuenta por número, ya que una persona inocente, una niña, un chico, una mujer, un hombre, es toda la humanidad.

Cuando se recuerda el holocausto o el gulag, toda la humanidad ha sido la víctima, con cada víctima morimos todos un poco, la sociedad pierde todo ese potencial, toda esa alegría, que sólo satisface mediante la justicia, apartando al criminal de nuestro mundo, de la vida social, evitando que sus ideas sean germen de otros, evitando que vuelva a ocurrir.

Cuando se habla de número, se minimiza lo importante y se esquiva lo moral, puede ser que estemos ante un inmoral o ante una sociedad sin valores. Sin valores, estamos sin defensa, el relativismo moral, que iguala a víctimas y criminales es un desastre.