lunes, 12 de septiembre de 2016

Españolear

El discurso histórico, es un discurso civilizador, es cierto que tiene algo de estilo literario, y de convencionalismo, dependiendo del momento del que se escribe, también del partido del historiador, pero en suma, busca justificar un pasado y objetivar un futuro en una comunidad, así desde las primeras crónicas, hasta la actualidad.

En el caso de España, el discurso se articula en tres periodos antes del discurso propiamente dicho (Protohistoria, Hispania romana y visigoda), y después viene el discurso, articulado en una Reconquista-Formación de Reinos Cristianos, con una explicación de Al Ándalus, cada vez mayor, ya que en los últimos tiempos, la fuerza del discurso de España se ha debilitado y los “progresistas” se muestran entusiasmados con el Islam, mientras que bromean con España, jajaja.

Un Islam, que en muchos países aplica la pena de muerte a homosexuales, el maltrato a las mujeres, en otros directamente, no existe más ley que unas normas religiosas administradas por analfabetos que secuestran y violan a niñas, jajaja, y asesinan cristianos (y cristianas, hombres y mujeres, niños y niñas) por serlo, como los comunistas de la Guerra Civil (ejemplo podemita de demócratas, jajaja), y seguimos, jajaja.

Este discurso, culmina con los Reyes Católicos, la unión de reinos, el Imperio, América, un pasado que nos iguala a las grandes civilizaciones que ha habido en la Historia en muchos libros de texto del mundo, pero que en España, se atiende más a lo malo que a lo bueno, pero el discurso sigue y llegamos a la Guerra de la Independencia, donde tenemos cada día más afrancesados, ya que hoy en día, aceptamos todos el liberalismo (más o menos), la Constitución (más o menos) y se alaba la desamortización, que yo considero desastrosa, pasamos todos a ser ciudadanos iguales ante la ley y solo el dinero nos separa, el carguito o el puestecito, libertad de oportunidades a la española, bien, estupendo, pero pese a ello, ese proceso generó a unos exaltados, que han ido heredando una negatividad cercana a la traición, hasta nuestros días, que añadido a la propaganda comunista de la Guerra Civil y después ha cristalizado en un lugar donde ser nacionalista está bien visto, si es contra España, pero del sentimiento nacional del resto solo es para mofarse, o llamarlo facha.

En la Transición, se justificó por el exceso de identificación del Régimen de Franco con la idea de España, cosa que es curioso que se use como excusa, de hecho, es un elogio, justo el contrario, que recibieron en su día los afrancesados, que compartían ideas políticas con los invasores franceses y esa identificación, fue su ruina, la del liberalismo español, y quizá la de la convivencia de las generaciones futuras, pues esos exaltados identificaron España con no compartir enteramente el ideario francés y el sentimiento español.

Pese a los exaltados, se desarrolló un relato histórico ciudadano, un discurso liberal desarrollado por Modesto Lafuente y otros, pero que no llegó a calar en la generalidad, porque siempre hubo desde ese 1814, cuando se intenta un acuerdo intermedio, y a partir de ahí, se llama facha (o similar, realista, servil, reaccionario,…) al que no acepta la idea más radical del liberalismo o de sus hijos radicales, republicanos, comunistas, para llegar a los podemitas y muchos izquierdistas variados (extravagantes como decía el recientemente fallecido gran filósofo, Gustavo Bueno), planteando para los estudiosos, algo que conocemos como el “Problema de España”, y provocando un problema para la convivencia de las generaciones futuras, que de tiempo en tiempo, vuelven a enfrentar a los españoles que les parece todo malo lo de España, contra los que simplemente se sienten españoles y no comprendemos esa negación y esa mofa.

Que en España, hay muchas cosas mejorables, nadie lo duda, que los políticos actuales, son bastante mediocres, tampoco hay mucha objeción en eso, pero de ahí a invalidar el sistema, la Constitución y el ser mismo de la Nación, es un error que los exaltados actuales nos quieren imponer, con soluciones de siglos pasados, con discursos vacíos de futuro y suicidas, con tal de negar a España, falseando datos antes como ahora, hablando de un atraso endémico, falso antes como ahora, para subvertir la convivencia.

Un ejemplo decimonónico de lo que digo, fue la desamortización señorial, donde apelando a las mercedes enriqueñas o a la carencia de papeles que justificasen la propiedad señorial, el Estado liberal, expropió a miles de pequeños propietarios rurales, que en Inglaterra fueron los responsables de la industrialización y capitalización del país y que aquí pasaron a buscarse la vida en la Administración del Estado, ese Estado que creó los Ayuntamientos con esos terrenos que pasaron a ser comunales o ser vendidos al mejor postor, que en Andalucía, aumentó el tamaño de las propiedades de los latifundistas, esos grandes títulos, que pasaron a ser los únicos nobles que quedaron oficialmente, y que no mucho después dominaban el voto, junto a los enriquecidos a la sombra del poder liberal, conocido el sistema como Caciquismo, que muy bien estudió Tussell (1945 – 2005). Así con un desafuero se crearon varios, como recientemente hemos visto, Alcaldes que han especulado con terrenos rústicos convertidos en urbanizables, que nadie consideraba suyos, porque realmente no lo eran.

Pero esto quizá no fue lo peor, lo peor es que los españoles renunciaron a su pasado, como si las huestes de Alfonso VI, que tomaron Madrid y Toledo por las armas, o las tropas de Fernando III, sus caballeros que conquistaron Andalucía, que fundaron sus conventos, sus iglesias, construyeron puentes y castillos, que la conquista de Murcia y Mallorca por Jaime I, fueran único patrimonio de la Monarquía, o que las dos grandes casas ducales latifundistas fueran las únicas herederas de un pasado común, colectivo, con derecho a usar, las armas y los escudos, que ganaron grandes clanes, de los que miles, quizá millones de españoles descienden, pero por éstos y otros motivos han perdido el sentimiento de pertenencia y orgullo de ser lo que somos. Cuando, nuestras naciones hermanas, Portugal y todas las del Centro y Sur de América se sienten orgullosas de ser descendientes de aquéllos, de los que también nosotros descendemos.

Volver a creer en un discurso común es vital para nuestro futuro, pero mientras la Historia que se enseña en colegios y universidades está dirigida por esos parásitos de nuestra Nación, por los odiadores oficiales, no tendremos futuro y estaremos en manos de terroristas islámicos, disgregantes y falsos profetas, y ¡hala! A seguir poniendo jajajas.

lunes, 8 de febrero de 2016

Pues sí

Pues sí, somos como los griegos, todavía no hemos llegado, pero sí, ahora estamos como los italianos, no hay quién nos gobierne. Genial.

Seguimos con la memoria histórica, quitando placas de cementerios y monolitos de carretera, alguna calle que otra y ya está, la Guerra Civil española, la ganó el Frente Popular. Genial también.

Los aragoneses, que crearon Neopatria, una parte de ellos, al menos, en ello siguen, y si lo consiguen serán los primeros y más parecidos a los griegos, muy bien. Genial.

Lo que quiero decir es que mi opinión anterior era equivocada, que cada vez entiendo menos el mundo actual, y la verdad de España, es que hay que ser corrupto, hipster, radical, trepa, acomodaticio e indolente, y ande yo caliente,...Que total, si te pillan, serán pocos años, quizá ninguno, y luego puedes ir a un programa reallity, con la máquina de la verdad, que diga que mientes como un descosido, pero ingresando,...

Y si la Constitución está bastante bien, pero no se cumple, no pasa nada, si en realidad, el país tiene futuro, gracias a la gente normal, pues que salga, y si no, para que nos vamos a preocupar. ¡Hala! a disfrutar, que son dos días.

Ante el futuro que nos espera, lo mejor es irse comprando una boina como las de los bolivarianos de Venezuela, y gritar por las calles. ¡claro que podemos! Y así en famélica legión, conseguiremos tener un puestecito público, denunciando a los fachas y a los disidentes, y siendo pequeños traidores, seremos felices.

La Historia de España, ha tenido en este último milenio muchos episodios, con grandes gestas e importantes fracasos y hechos deleznables. Dentro de lo deleznable estarían la expulsión de los judíos y el requisito de la limpieza de sangre, sobre todo por injusto, lo primero y lo segundo, porque se convirtió en una gran hipocresía social, soslayable para algunos y temida por otros, que cuando la Constitución de 1812, finalizó en gran medida, aunque, desde finales del XVII ya estaba superada.

Y pensando en aquellos que renunciaron a su origen, por miedo, por comodidad, por mantener o mejorar su status social, pienso en ellos como pequeños traidores, como aquellos que conspiraban en los pasillos de El Escorial, buscando prebendas, con Antonio Pérez de enlace y urdidor, que cuando Felipe II, les puso en cuarentena, empezaron a hablar de independencia, como aquel Conde de Luna o su hermano, conde de Ribagorza, que fue ajusticiado por matar a su mujer, pequeños traidores al Rey, amañadores, y malos gobernantes, que sin querer, me recuerdan a otros saqueadores de la hacienda pública que sufrimos actualmente. Pequeños traidores que pese a sus cuentas abultadas, no dejan de ser microbios en nuestra historia, a veces parecen un ébola, pero que si se les aísla, son una gripe, nada más.

En 1807, como todo el mundo sabe, nos invadieron los franceses, Napoleón y su ejército, con la ayuda de algunos de nuestros gobernantes, Godoy y el Príncipe Fernando, que ambicionaban más poder y competían entre sí, con la ayuda, por inanidad, del blando Carlos IV. La justificación del engaño de los franceses, parece repetir la traición del Conde Don Julián, y puede ser que fueran así de tontos, pero lo que es seguro es que nos encontramos con las muchas veces repetidas banderías de interesados, que con supuestas diferencias políticas, supuestas reformas por el bien de España, nos dejaron en manos de los enemigos.

El pueblo español y sus tradicionales gobernantes, sin Rey, ni Gobierno, declara la guerra al invasor en 1808, algo tan heroico, que aún hoy, molesta. Porque sin querer, la nación histórica, se convierte en nación política, en nación española. Y sin querer del todo, cierra el pasado. Abriendo el futuro con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

Las Juntas provinciales y locales de defensa, asumen la soberanía nacional. Con el Empecinado, Castaños, García de la Cuesta, Blake, Palafox, y tantos otros, cumpliendo su deber, en guerra abierta con ejércitos regulares, guerrillas y la ayuda de los ingleses, se recupera la independencia.

Pero al terminar la guerra, el Deseado se convirtió en el Rey Felón, queriendo restaurar el Antiguo Régimen, quedando el proceso liberalizador del siglo XIX, que comenzó en esas Cortes de Cádiz, luminosas en muchos aspectos, en una interminable lucha de banderías, con héroes y traidores en todos los bandos. Y me parece que nuestra amada Transición, va a quedar igual, o peor. Lo veremos por la televisión, mientras comemos chips, y hacemos zapping. ¡Qué guay!