jueves, 2 de noviembre de 2017

El flautista de Hamelín

El cuento relata como un flautista con su música libra a la población de Hamelín de ratas a cambio de una recompensa, y como no se la dan, hace lo mismo con los niños, que nunca vuelven a aparecer.

En Cataluña, el flautista y las ratas, no solo disfrutaban de la recompensa que el pueblo les cedió, al son de la música, que parecía obnubilar a todos, querían más, querían a los niños, y a muchos se los llevaron, y ahí estaban, llenando plazas y haciendo cadenas humanas, en la primera fila, como vimos el 1 de octubre, cuando no hubo más remedio, que ir a salvar a Cataluña de las ratas, y seguía la música, por si sonaba la flauta.

Pero antes como ahora, el Rey era el único garante de la ley, entre los abusos de los poderosos y el pueblo catalán. La música empezó a desafinar, las ratas que tocaban la flauta, dejaron de aparecer como bellos caballeros y bellas damas, y nos encontramos con la foto de las chicas de la Cup, con Forcadel, con Junqueras y con el flautista mayor, Puigdemont.

Empezaron a salir los ciudadanos, miembros como todos sus ascendientes desde hace siglos de la Nación española, con Banderas españolas, ¡¡Prodigio!! y se fue la nube, y se irá disipando, y poco a poco, la gente verá ratas, donde había ratas, donde olía a ratas, que no eran Ratatuille, ni el ratón Mickey, ni estas ratas son las víctimas de los Nazis de Maus, ni Gerónimo Stilton, ni nada de eso, estas ratas llevaban años llevándose el dinero a Andorra, a Francia, a Italia, unos se decían republicanos, otros antisistema, algunos hasta se decían moderados, mientras vivían de hacer que más de la mitad de sus conciudadanos se sintieran extranjeros, después de 50 años viviendo y trabajando en Cataluña y para Cataluña, que muchos aún hoy no se atreven a hablar catalán para que no les afeen, esas ratas, que muchos han visto como se llevaban a sus hijos con la música y ahora sus nietos, no quieren saber de sus abuelos andaluces, para no ver que su odio al español es estúpido y suicida.

A tanto niño enloquecido con la estelada, con el gran deseo de hacer de la Cataluña industrial, industriosa, rica y próspera una isla de Cuba, empobrecida hasta el límite, envilecida hasta la vergüenza, dictatorial, totalitaria, al son de la música.

Y en un último acto, del proceso independentista de este año, la rata flautista de Hamelín, salió huyendo, dejando el barco al pairo, y si tenía un mandato, y si era irrevocable, y si todo el pueblo lo anhelaba, y si los niños lloraban por esa nación, ¿Por qué se fue?

Porque todo era falso, una farsa, una burla de prostíbulo, donde rufianes, depravados, ladrones se hacían los hombres y mujeres de honor, por nuestra culpa, de haber dejado que eso pasase y creciese, que toda esa gentuza, llevara e hiciera suya la Señal Real, del linaje de los reyes de Aragón.