martes, 19 de febrero de 2008

Cuaderno de viajes VIII

Cuando hace uno la maleta es conveniente estar pensando nada más que en eso, sino puede ocurrir que falten los calcetines, los calzoncillos, la bolsa de aseo o cualquier otra cosa. Además de no olvidar poner el paraguas y la bufanda, porque el día que no los pongas te van a hacer falta. Es muy importante llevar varios libros, por si te desvelas o acabas con uno demasiado pronto, uno de ellos infumable, para momentos desesperados.

Cuando se visita un sitio, el mapa y una guía no vienen mal, sobre todo para reparar en lo que no vistes a la vuelta, que estaba al lado del hotel. Descubrir que había plaza del Ayuntamiento, de España y que no era la misma. Que de donde salía la gente no era del infierno, sino de un subterráneo que llevaba a la zona de ocio, al centro, que no todos comían en el infecto bar de la esquina, que había gente que después de las 9 estaba en la calle y que los viejos del lugar, aparte de mirar, hablaban, español.

Todo una experiencia viajar, saber que las toallas van a volver a su sitio, que aunque tú no recicles la toalla, la señora de la limpieza lo hará por tí, que los tiempos de espera no son otra cosa que perder el tiempo, que el recepcionista nocturno siempre estará dispuesto a charlar de política, ya que está más aburrido que tú, que el camarero siempre ha venido desde más lejos que tú y que además no le ha dado tiempo a aprender el idioma, que el sitio bueno lo descubrirás el último día, que el dinero se te acaba cuando te mueres de sed, en la estación o en cualquier lugar lejos de un banco, que el camino más directo era el otro, que si hubieras reservado por agencia de viajes te habría salido más barato o que los clonadores de tarjetas siempre pillan al más pardillo, y en este caso, eres tú.

Viajar, además, te permite ver otras costumbres, si las ves, ya que en realidad no existes, estás, pero no estás, eres invisible para los demás, si te ven, pensarán, qué hará este capullo por aquí.

Mientras tú con cara de interés verás un niño jugar como la mayoría de los niños, y dirás qué curioso, en mi ciudad no tienen las bicicletas verdes, verás un viejecito sentado en un banco y dirás, qué curioso, en mi ciudad no miran al río, cualquier estupidez puede ser un momento de observación profunda de las costumbres de un sitio, las hamburguesas mcdonald están más saladas, luego harás la importante teoría de las bicicletas verdes, a lo Kapucinsky, un fenómeno.

Te puedes cruzar con la alcaldesa y pensar que elegantes son las amas de casa en este sitio o que el dialecto de esta zona se parece mucho al ruso, al entrar en un bar o que sin duda el reguetón proviene de España, paseando por las calles, porque en todas las casas lo escuchan y lo bailan, nada de jotas y sardanas.

Las conversaciones por teléfono son lo mejor, lo más interesante que has hecho en el día, pensar que tú también eres de algún lugar donde te echan de menos, los viejecitos miran a otra parte, las bicicletas no son verdes, las hamburguesas son más sosas, lo que se baila es el chotis, en todas las esquinas, en las oficinas de la castellana, en el metro, en los parques, etc,...

A la vuelta pintarás tu bicicleta de verde, bailarás reguetón y echarás más sal a la hamburguesa.

En fin, viajar te hace cambiar de mentalidad, está claro.