jueves, 4 de diciembre de 2008

En defensa del funcionario

Habitualmente soy bastante crítico con los funcionarios y con la administración en general, no obstante, como decía Ortega en el artículo "Un rasgo de la vida alemana", que cite el otro día en el post "Individualismo y colectivismo", toda sociedad va generando un saber hacer en su organización social, que se traduce en unas instituciones, estas instituciones perviven o van evolucionando en el tiempo por medio de los poderes políticos, pero se mantienen con el trabajo de todas aquellas personas que realizan su función en ellas.

Así llegamos a tener una estructura burocrática que permite garantizar los servicios, los derechos y las propiedades de los individuos, también conlleva deberes (como en su día el servicio militar obligatorio, el pago de impuestos, y una serie de formalidades que acreditan los derechos adquiridos en el trabajo, los estudios realizados, el lugar de origen, etc,...).

Así como puestos que proporcionan mayor calidad de vida a los ciudadanos en general, la correcta aplicación de las leyes, las instancias donde uno debe dirigirse y un sinfín de cosas más.

Todo ello realizado por muchas personas, honorables la mayoría, con un trato humano y una humanidad en su oficio, sin llegar a ser absorbidos por él, como comentábamos del terrible caso alemán.

Y gracias a esa estructura formal mantenida y mejorada a veces con el tiempo, llegamos a tener una sociedad desarrollada, con una alta calidad en las prestaciones, con un grado alto de servicios y demás.

Pero, no todo son alabanzas, a veces encontramos que el excesivo corporativismo da lugar a que gente indigna de realizar un servicio público es mantenida y amparada por las organizaciones sindicales o profesionales, o simplemente por un sistema que no se depura eficazmente, a veces, encontramos funcionarios dedicados a ver pasar el tiempo sin cumplir ninguna función útil, a veces encontramos instituciones creadas simplemente para llenarla de la clientela del poder, a veces, esos funcionarios apoyan al poder por mantener su estatus sabiendo lo injusto del mismo, a veces, se mantienen papeleos y formalidades totalmente prescindibles, a veces, algunos se agarran al reglamento para incomodar y perjudicar a la ciudadanía en general, a veces, hay abusos de poder, falta de diligencia, falta de eficacia, y demasiado frecuentemente, muchas administraciones se convierten en la "empresa" donde colocar a los amigos o se corrompe el fin de una institución (como la universidad) con objeto de promover sin reparo, ideologías políticas, función más propia de los partidos políticos que de instituciones públicas que se deben al ciudadano (a todos los ciudadanos).

Por no decir, cuando se utiliza la función pública de un modo deshonroso o delictivo, corrompiendo no solo a las personas o a la institución, sino el futuro de toda la sociedad, como hemos visto que está ocurriendo en todas la autonomías nacionalistas, en muchos a ayuntamientos y otras administraciones.