martes, 20 de julio de 2010

Ciudad Juárez

Los crímenes de Ciudad Juárez son una muestra de cómo la corrupción política e institucional acaba destrozando una sociedad, donde desaparecen los límites.

En la historia de México y el PRI (Partido Revolucionario Institucional), que aunque parezca de chiste se llama así, en esta historia que no tiene gracia, está el origen de esto.

Podíamos empezar con la emancipación de nuestras colonias, de cómo unas élites criollas se hicieron con el poder sin los límites de la Corona española, que pasaba por malos momentos, de ahí a una lucha por el poder, con revoluciones, golpes de estado, guerras varias e intervenciones extranjeras, donde la paz vino no por el respeto a los individuos, si no por el reparto del poder y la corrupción al por mayor, luego la crisis económica, después la venta del poder o la toma por parte de los narcotraficantes.

Si bien se intenta luchar contra eso, el nivel actual de arraigo de la corrupción, el poder creciente y globalizado de los cárteles de la droga impiden revertir la situación fácilmente.

Así, si hubieran hecho caso a Benito Juárez, que da nombre a la pobre ciudad y su famosa frase: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.", quizá no se hubiera llegado a lo que se ha llegado, si el poder hubiera respetado verdaderamente al individuo, no solo en el plano teórico, empezando por Lázaro Cárdenas y su antecesor Plutarco Elías Calles, los que en teoría garantizaban derechos y los extendían (como dice nuestro Zapatero), pero que luego provocaron conflictos y más conflictos.

Por otro lado, lo retórico, autocomplaciente, unido a un partido único de concentración de intereses particulares en forma de lucha nacional como ocurre en la Cataluña actual, donde todos los partidos persiguen lo mismo (junto a sindicatos y fuerzas sociales, convirtiendo todo al corporativismo fingiendo democracia lo que es dictadura), y donde las grandes palabras sustituyen en realidad al interés general de sus ciudadanos. Así, pasado el tiempo, todos los políticos y miembros de instituciones tienen algo que temer, o bien a sus amigos, o bien a sus enemigos, y las capas más bajas de las instituciones, como la policía, comienzan a campar, desde la mordida a la delicuencia directamente, y de ahí a la impunidad total de los amos de la droga.

Esta historia es de México, pero puede ser de cualquier país, donde no se respete al individuo, donde no se respeten las leyes, donde las élites locales no se conviertan en una corporación de intereses omnipotentes y las instituciones no se conviertan en herencias familiares o en botín de oligarquías que luchan entre sí, con apariencia democrática. A mí me recuerda cada vez más a España, quizá no sea más que un avatar nuestro que lucha por hacerse sitio desde principios del siglo XIX y que ahora ya va teniendo más posibilidades de asentarse, ojalá que no sea así.