lunes, 21 de septiembre de 2009

Miradas extrañas

El mundo actual nos plantea siempre una duda: ¿tiene sentido? o quizá hemos llegado a un punto de absurdo tal, que es normal volverse loco. Constantemente vemos gente con miradas inquietantes, pero tal vez seamos nosotros los que miramos de forma extraña, quizá seamos nosotros los que nos preguntemos para qué todo esto.

Aparte, el problema grave de muchas familias españolas ante el desamparo que tienen cuando un familiar tiene problemas psiquiáticos, sin más solución que emplear muchos recursos personales y económicos a tratar de paliar una situación irresoluble, de la que el estado se desentendió hace tiempo, cuando no supo dar una alternativa a los psiquiátricos que estaban desfasados y en condiciones infrahumanas, más que cerrándolos y desde entonces, todo el problema a cargo de las familias, y hoy en día, con el grave problema del consumo de drogas que añade aún más gente a la problemática existente, seguimos sin solución.

Y todas esas miradas desvaídas, descentradas, turbias, infantiles o inquietantes están a la vista de todos, en los bares, en los parques, o fuera de la vista de todos junto a viejecillas que resisten por responsabilidad, deseosas de aguantar más que sus hijos, pero sabedoras de que es difícil que eso ocurra, junto a hermanos que han optado por no crear una familia para cuidar de su familiar, o en las noticias, cuando se desencadenó lo que se tenía que desencadenar, cuando pasó lo que tenía que pasar.

Y mientras, otros tantos, sabedores de los problemas cercanos, aguantando un poquito, pero incómodos, porque aún apreciando al viejecillo o viejecilla de turno, temen una crisis, o simplemente están incómodos no por ellos sino por sus clientes, por lo que la sociedad guay piense, porque la sociedad guay no quiere verlos, aunque los cree, como en el caso de los que se desencadenan desde el consumo de drogas.

Y después la familia, y después nadie.