jueves, 22 de abril de 2010

Turismo rural

Esta nueva experiencia para mí, ha sido muy agradable, no porque no haya ido a mil pueblos, ya que he estado en muchos trabajando y tengo una casa familiar en uno, donde voy cuando puedo, si no porque el concepto me parece muy bueno, por un lado para los turistas que son varios amigos con niños, donde repartes el cuidado y el entretenimiento, por otro para las zonas rurales, ya que vas al pueblo a abastecerte en grandes cantidades, aparte del desembolso por la casa rural, además de aperitivo o salida de copas, dejando dinero que mejora económicamente las zonas visitadas.

Y dicho esto, mi reflexión, sobre la sociedad que hemos creado en las grandes ciudades, donde estamos muchos todo el día luchando, intentando ganar cuanto más mejor, para poder llevar una vida tranquila, cuando nuestro anhelo es realmente, no llevar la vida que llevamos, si no la de esos ciudadanos de zonas rurales, que viven con muchos menos agobios, donde la calidad de vida se consigue con menos dinero que en las grandes ciudades, en donde nos hemos convertido en esclavos de nosotros mismos, exigiéndonos dinero para combustible por lo largos que son los traslados, dinero por el cuidado de los niños por personas externas, dinero por comer fuera de casa que no nos produce, cuando es habitual, ninguna satisfacción, dinero por unas casas mucho más costosas buscando una cercanía o estatus, así como el pago de muchísimos más impuestos en forma de ticket de aparcamiento o facilidades como la plaza de parking o el deterioro del vehículo, aparte de los gastos diarios que son más porque todo vale más, para estar en un estado de cabreo constante, insatisfacción que como nos descuidemos nos llevará al colapso.

Colapso de un sistema estúpido, colapso por tener que mantener tanto parásito con nuestro trabajo e impuestos, colapso porque al final, la capacidad de trabajo de las personas que vivimos en una gran ciudad es la misma, aunque no lo parezca, que las de las zonas rurales, dejando nuestras vidas aparcadas con nuestro coche y nuestros hijos, mientras vamos a la vorágine de reuniones, de cobros, de pagos, de bancos, de nada.

Quizá sea una reacción bucólica sin fundamento, quizá sea una sensación de agobio ante las dificultades crecientes, pero aquí hay algo que falla y tarde o temprano descarrilaremos, y no será culpa del gobierno, ni de la oposición, será nuestra, por dejarnos llevar a donde hemos llegado.