viernes, 7 de mayo de 2010

El intruso

Como todas las mañanas, él, llegaba a la oficina, se sentaba en un sitio que no era el suyo, abría un ordenador que tampoco era el suyo, y hacía una jornada en una oficina que no era la suya. Su trabajo nadie sabía en qué consistía, pero como si realmente tuviera algo que hacer parecía atareado.

La gente en la oficina al principio dió por hecho que era un compañero nuevo, pero poco a poco su silencio generó comentarios, y ya todo el mundo sabía que era un intruso, ¿pero qué hacer?

Al principio, todo el mundo estaba tranquilo, pero la molestia de tener una persona extraña en la oficina fue acrecentándose, hasta llegar a ser insoportable, cuando alguien se decidía a decirle algo, como que qué hacía allí, otros le decían que esperara que acabaría yéndose, entre la pena y el estupor el tiempo fue pasando, no era extrañeza, era perplejidad, quizá miedo, a ver si le iba a dar por hacer algo raro. ¿Algo más raro aún?

Pero como todo llega, hubo un día en que no llegó, la alegría y las plantas volvieron a florecer, ahora nadie se acuerda del intruso, pero como otras leyendas urbanas, ésta parece una invención, pero no es así, ésta verdaderamente ocurrió.

Bartleby no murió como nos cuenta Melville, yo lo he visto.