lunes, 14 de febrero de 2011

Soledad

Como la canción de Emilio José, así me encuentro como autónomo, viendo a Zp con los "agentes sociales", pero, si vemos cómo tratamos en España a la gente que ha conseguido éxitos, como Alberto Contador o tantos otros, qué podemos esperar los demás que no hemos llegado a tanto, cuando nos llegan las vacas flacas, pues lo mismo, pero sin tanta mala leche, como se destila contra los que consiguieron éxitos.

Así, tomando como ejemplo a Contador, veremos cómo funciona nuestra española mente social enferma. Contador, un ciclista que ha ganado casi todo lo ganable, que siempre ha hecho gala del deporte limpio y que siempre había pasado los controles anti dopping sin problemas, un tipo sencillo, un campeón discreto a la española. Pero un día, resulta que da positivo de haber tomado una sustancia prohibida en una cantidad mínima, imposible el 0,000001 de algo, y alega que podía estar la sustancia en un filete, y la sospecha se cierne sobre el hombre, por supuesto, las instituciones españolas escurren el bulto, y se encuentra solo, y los que estaban esperándolo, se presentan, primero sembrando la duda, segundo callando y tercero atacando como hienas. Y no levantes la cabeza, que te damos más.

Con lo que no contaban era que Contador es un campeón, un tipo que ha conseguido el éxito internacional saliendo de Madrid, y eso no se consigue sin luchar mucho, y poco a poco está haciendo dudar del sistema, y quizá gane la batalla, ojalá, pero ya nunca se podrá quitar ese sabor agridulce de la soledad en tiempos difíciles, esa sensación que la gran mayoría de los españoles han tenido y tienen cada vez que pretenden sobresalir algo, y eso es un problema de la moral de nuestra sociedad.

Se ha dicho que la envidia (esa tristeza por el bien ajeno) era nuestra enfermedad nacional, puede ser, pero también la mala leche, la mediocridad que nos envuelve y que pretende que todo sea así.

Y como caso contrario, vemos a una infinidad de políticos corruptos y de delincuentes varios que gozan del favor de la opinión pública, que siempre son agasajados, incluso cuando salen de la cárcel, o de gente eminentemente inepta a la que todo el mundo perdona todo, incluso que lleven sus vidas y las de los que le rodean al desastre o al país entero, como Zapatero y su equipo.

Podemos ver muchos ejemplos de gente que son amparados por el grupo con una benevolencia que nunca gozarán gente de mayor valor ante un fracaso, un tropiezo o una trampa. Y yo creo que eso es miedo, el miedo de nuestra sociedad a verse descubierta, sin careta, donde los farsantes son multitud, donde la mediocridad se disfraza de academicismo, de puritanismo, de altruismo, de ideología, de virtud, incluso de excelencia.

La sociedad española se odia a sí misma por mediocre y farsante, y todo aquel que trata de salir de la mediocridad por su cuenta, se convierte en un enemigo que amenaza con descubrirla, así, incluso el que tiene un éxito moderado trata de encubrirlo con vergüenza o con miedo a ser atacado, mientras que el sinvergüenza, es un aventajado, un líder, un modelo. Así nos va.