lunes, 13 de julio de 2009

El fatum

Las fiestas de San Fermín, son un espectáculo emocionante para los televidentes, y peligroso para los participantes, miles de personas de todo el mundo, que están dispuestos a vivir una experiencia para contar a sus nietos y entre tanto una buena fiesta, aunque algunos no lo contarán, como muchos otros que se quedan en el camino de las experiencias peligrosas para aumentar la leyenda.

Ese es el juego, como los que se embarcan de piratas y no consiguen el tesoro, como los corresponsales de guerra que se convierten ellos en noticia, como los que engrosan las cifras terribles de víctimas, accidentes y demás. Indudablemente, la vida es riesgo, y si no lo hubiera, no tendría emoción, quizá tampoco interés.

Hay muertes valerosas y de leyenda, la del héroe, la del torero, y muchas muertes que solo afectan a su entorno más íntimo, dolorosas, que a veces, determinan la historia más que las otras, aunque nadie lo sepa.

Hay personajes de leyenda, que se mueren, como Elvis, Marylin o Jackson, y que su muerte los hace aún más míticos, si cabe, hay personajes que se convierten en leyenda, muriendo, y otros por cómo se mueren, como Lady Di.

Para los antiguos, la fama era la inmortalidad, ahora, igual que antes, pero en el mundo global, convertirse en personaje mítico individual está más difícil, solo llegan algunas estrellas del cine, de la música y algún otro. Pero convertirse en leyenda colectiva no es tan difícil, solo hay que estar en el sitio adecuado, uno de ellos, es sin duda, San Fermín en Pamplona, gracias a Hemingway, que con su vida y obra convirtió una fiesta local en un evento mundial, donde todo joven viajero y tal hace su iniciación, pero como tal, debe haber quien no la pase, el éxito vital prometido, jugándose la vida, se convierte en fin en sí mismo, así ha ocurrido estos días.

Para mí, que ya he pasado hace tiempo el deseo de heroísmo colectivo, es una noticia triste, que no se diferencia de otras muchas que acostumbramos a oir, aunque cuando escucho a aquellos que buscan una justificación a lo ocurrido o que piden más seguridad, no deja de parecerme una estupidez, porque correr un encierro, ir de corresponsal de guerra, ser soldado en una guerra, torear o hacer algo similar conlleva el peligro, por eso se hacen y esa es la justificación de su existencia. Y al que no le guste, que no vaya.

Pero, es verdad, que la vida es peligrosa de por sí, montar en el autobús, no agarrarte como es debido, con un conductor brusco, una mala caída y un poco de mala suerte bastan para morir, incluso menos, montar en ese mismo autobús, con alguien que tenga la gripe A y ser un caso susceptible de complicarse (fumador, asmático y con sobrepeso) y ya está, menos heroico, menos divertido, menos emocionante y sin embargo, te vas igualmente al otro barrio.

Todo depende de lo que los romanos llamaban "fatum", el hado de cada persona, el destino, que podemos o no creer en él, pero que puede ser una explicación para muchos aspectos de la vida, buenos o malos, tan válida como otra cualquiera. ahí queda. ¡Qué los dioses os sean propicios!