martes, 17 de febrero de 2009

Naufragio recurrente

Las imágenes del cadáver de un niño rescatado por una lancha tras el naufragio de un cayuco a las puertas de España es algo que sabemos pero no queremos ver, pero esta vez lo hemos visto, y no tiene nombre. No tiene nombre como Marta del Castillo, pero es una muerte tan triste y tan horrible como la del niño.

Nuestra sociedad globalizada, nuestra sociedad tecnificada, no es capaz de solucionar el hambre y el anhelo de un mundo mejor, tampoco parece fácil que la diplomacia zapateril evite que salgan barcas de África para evitar estos funestos resultados, tampoco es fácil solucionar esa desigualdad cuando es Occidente quien sostiene a unos regímenes perversos como el marroquí, teniéndolo como un mal menor.

¿Por qué una familia decide mandar a sus hijos a un viaje tan incierto? ¿Ese viaje es más seguro que lo que tienen?

Normalmente tengo una opinión clara sobre lo que leo o intento tenerla, en este caso, no sé qué decir, aunque es evidente que algo hay que hacer, si la información más o menos veraz circula de Occidente a Oriente y de Norte a Sur, habrá que empezar a generar contenidos y formas que puedan valer para el desarrollo de esas zonas del mundo a donde solo llega la imagen de un mundo mejor y como única solución está en irse de allí donde viven, más aún cuando ese mundo mejor que creen estar encontrando les va a llevar muy probablemente en un viaje de vuelta o a convertirse en delincuentes o en parias a los que se rechaza sin más y a los que se les persigue según el cupo que ponga el ministerio, aceptado otra vez más como mal menor, para salvaguardar nuestra sociedad, una sociedad idílica que da resultados como esos jóvenes y adolescentes españoles que han asesinado y ocultado el cuerpo de esa chica.

Quizá estamos asegurando las verjas de nuestra casa, pero estamos descuidando los cimientos, que poco a poco se van desmoronando con una sociedad sin valores, sin formación (ocultando la realidad tras esa enseñanza obligatoria que no permite aprender), sin justicia (ya que todos esos guiñapos humanos van a estar dos días en la cárcel, hasta que volvamos a saber de ellos), sin más recurso que la venganza o apelar ejemplarmente a la opinión pública y a las instituciones como Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, esa niña asesinada por un reincidente que campaba por la calle, cuando debería haber estado en la cárcel, pero como había tanto papeleo que hacer se les pasó, y como algún soplapollas pensaba en rehabilitarle le puso una pena pequeña dentro de lo pequeñas que son las penas en España, para los delincuentes, porque para las familias de las víctimas, la pena es perpetua.

Y fuera de nuestras puertas, las penas también son grandes: abusos, hambre o fanatismos para la mayoría y las Mil y un noches para unos pocos privilegiados y para los turistas que disfrutan de las vistas, aunque las penas, que se esconden, tampoco se ocultan a quien quiere mirar.

Creo que el mundo por donde va está a punto de naufragar, pero no nos queda más que esperar y pensar que a nosotros no nos va a pasar. Y si alguien tiene una buena idea que la diga.