jueves, 2 de septiembre de 2010

La plaza de España




Esta mañana, venía paseando por la plaza de España de Madrid y he pensado en que podría hacerse una comparación de España con esta plaza, donde lo más destacado es sin duda el monumento a Cervantes, y sus jardines. Donde Quijote y Sancho avanzan por las tierras españolas en busca de aventuras, pero alrededor pululan la Gitanilla, el Licenciado Vidriera, Monipodio con Rinconete y Cortadillo, Ricote, Sansón Carrasco, Dulcinea, donde los personajes literarios imaginados un día son más reales que muchos que circulan alrededor que fingen ser ejecutivos agresivos, sindicalistas, artistas, empresarios, turistas o pobres de pedir.

Si te fijas, puedes ver edificios que en un momento quisieron ser representativos de una modernidad que se fue haciendo mayor hasta llegar a la vejez, a la muerte y quizá renazcan o no, como la Torre de Madrid o el Edificio España, vacíos, a medio reformar y esperando que ocupen sus oficinas empresas emergentes, multinacionales o profesionales liberales, pero que como la economía española están tiesos de inversión y de clientes, más vacíos que los cines de la Gran Vía, convertidos en teatros de musicales, intentando imitar a Londres.

Con negocios, extrañamente emergentes de los chinos, en los subterráneos de la plaza, con las calles adyacentes que combinan lo castizo con el derribo, en espera a un nuevo negocio por salir, los anuncios que ya no anuncian nada, las franquicias que aparecen y desaparecen, los cámaras grabando Madrid en ese momento, en ese día, los turistas queriendo adivinar el trasfondo de lo que ven, a veces un decorado: que combina policías y viandantes casuales, trabajdores de la zona, compradores, compradoras, carteristas, mendigos, viajantes, poco lujo y mucha ambición, mucho trabajo, mucho papeleo, el atasco normal, las sirenas, las bocinas, ruidos de motor,...

Detrás, el mercado de los Mostenses, el nuevo, ya viejo, mucho más feo que el desaparecido en la construcción de la Gran Vía, o la iglesia de San Marcos, situada en la calle San Leonardo (¿?, en el silencio de un barrio envejecido, con cuatro bares y cuatro tiendas, con olor a sol y sombra, con más sombras que sol y más cuestas hacia arriba que hacia abajo.

También está cerca el cuartel del Conde Duque, que como todo lo demás hace tiempo dejó de ser lo que era, como el Senado, que realmente tampoco nadie sabe qué es o qué era, aparte de un gasto, que atendiendo al gran aparcamiento que tiene y a los coches que hay dentro, a la cantidad de proveedores que van y vienen todas las mañanas debe ser grande. Creo que también tiene piscina, que fenomenal, señorías, enhorabuena para ustedes, que chollo chachi, que suena a chanchullo y huele a chorizo, aunque seguramente me esté equivocando y el olor venga de otro sitio. Cerca está el palacio Real, que como la plaza de Oriente o la estación de Norte, puede que estén al Oeste, igual que el parque. Que en lo geográfico en Madrid no atinamos.

En la plaza de España, también está el edificio Catalunya, aunque ahora se va ir más lejos, nos va a dar la espalda y que junto a otro edificio vacío que hay al lado, lo mismo se ponen a mirar hacia el otro lado, hacia la calle Río, donde entran y salen los proveedores y contratistas del Senado, donde había bodegas, ahora hay más chinos y sigue habiendo una churrería, que vive de llevarse los churros a otra parte y si subes por la calle Reloj llegas al Madrid antiguo, con sus conventos, callecitas y plazuelas.

Asimismo, hoteles baratos, pensiones, hostales que ocupan edificios enteros, vidas que vienen y van.

Esta mañana, venía paseando por la plaza de España de Madrid y he pensado en que podría hacerse una comparación de España con esta plaza y después pensé que no sería buena idea, que para qué, ya que enseguida están otras calles, Princesa, Leganitos o Reyes, y otras plazas, y más jardines, antiguos templos, y palacios, cuarteles y mercados, conventos, y gente que pasa, tiempos que pasan y nadie recuerda.