domingo, 6 de abril de 2008

El suicidio

Estoy leyendo un libro de Murakami, llamado Tokio Blues, en él, se habla de un suicidio adolescente, no sé cómo sigue porque acabo de empezarlo, y pensando en ello, creo que ese sentimiento de tristeza, de fatalidad, que invade al niño, que está dejando de serlo, se debe fundamentalmente, al sinsentido con que percibe en ese momento, su vida, ya que no acaba de encontrar su sitio nuevo, pero ya siente la pérdida del hogar anterior, en el caso de la infancia, de ser punto de atención, de interés, con una identificación plena con sus padres, poco a poco va percibiendo su "yo", ese yo que por ser pequeño, piensa en pequeño, y enseguida percibe una frustración, que en algunos casos, si la actitud se vuelve arisca o asocial, puede revertir en un rechazo de los compañeros o una excesiva disciplina por parte de los padres.

Provocando más y más ese sentimiento de tristeza, también si se percibe, un poder, una capacidad creativa, de situaciones, de adhesiones, pero se sigue en estado nihilista, puede ser igual de fatal, aunque quizá, ese deseo de autodestruirse, no deje de ser una necesaria confrontación con la realidad de la muerte, hacerla real, y poder controlarla uno mismo.

Quizá ese deseo de dejar de existir como “yo”, queriendo volver al todo, no deja de ser un deseo íntimo de cualquier persona y de la propia naturaleza humana, para acabar volviendo al todo, cuando no acaba de ligar con la vida, que se parece a un metro que pasa, que debes coger o saber cuál esperas, pero sino esperas ninguno o no quieres coger ninguno, en un momento de locura, te tiras a las vías, más fácil cuanto menos se siente uno ligado a la vida, en esos momentos de transición.

En otras épocas de la vida cambian las cosas de igual modo, pero como tu personalidad ya se ha formado, no existe, en general, ese pensamiento destructivo, pero quizá puede transformarse esa tristeza igualmente en depresión o en estrés o lo que sea. Para lo cual, habría que buscar los mecanismos que nos atan a la existencia: el amor, el grupo, la amistad, la alegría, la esperanza en el futuro, el deseo de mejora, el pundonor personal, los arrestos. La valentía, es un valor importante que hay que infundir.

En las Cuatro Plumas, versión en blanco y negro sonora, de 1929 o la de 1939, el protagonista quiere casarse como prioridad con su prometida y parece que está en el ejército, por tradición familiar, les llaman a la guerra y él decide dejar el ejército. Sus amigos y su prometida, le consideran un cobarde y le entregan una pluma, tachándole de tal, en esos momentos la sociedad le rechaza y el propio padre, en sus recuerdos le inducen al suicidio, como último acto de valor, pero él, prefiere demostrar que se equivocan, ir al escenario de guerra, encontrar a sus amigos y ayudarlos, devolviéndoles las plumas.

Pero quizá, en la excesiva valentía, también hay bastante de impulso suicida.

En fin, tema complicado, Emile Durkheim, lo estudió en su libro El Suicidio, creando un concepto como la anomía como el mal que sufre una sociedad a causa de la ausencia de reglas morales y reglas jurídicas, la ausencia de la norma, la carencia de solidaridad social.

Esta ausencia se debería al desequilibrio económico y al debilitamiento de sus instituciones, lo que implicaría un bajo grado de integración social, lo que explicaría el suicidio, que en la mayoría de los casos, es más debido a la sociedad y sus características, que al individuo y su psicología.