lunes, 8 de febrero de 2016

Pues sí

Pues sí, somos como los griegos, todavía no hemos llegado, pero sí, ahora estamos como los italianos, no hay quién nos gobierne. Genial.

Seguimos con la memoria histórica, quitando placas de cementerios y monolitos de carretera, alguna calle que otra y ya está, la Guerra Civil española, la ganó el Frente Popular. Genial también.

Los aragoneses, que crearon Neopatria, una parte de ellos, al menos, en ello siguen, y si lo consiguen serán los primeros y más parecidos a los griegos, muy bien. Genial.

Lo que quiero decir es que mi opinión anterior era equivocada, que cada vez entiendo menos el mundo actual, y la verdad de España, es que hay que ser corrupto, hipster, radical, trepa, acomodaticio e indolente, y ande yo caliente,...Que total, si te pillan, serán pocos años, quizá ninguno, y luego puedes ir a un programa reallity, con la máquina de la verdad, que diga que mientes como un descosido, pero ingresando,...

Y si la Constitución está bastante bien, pero no se cumple, no pasa nada, si en realidad, el país tiene futuro, gracias a la gente normal, pues que salga, y si no, para que nos vamos a preocupar. ¡Hala! a disfrutar, que son dos días.

Ante el futuro que nos espera, lo mejor es irse comprando una boina como las de los bolivarianos de Venezuela, y gritar por las calles. ¡claro que podemos! Y así en famélica legión, conseguiremos tener un puestecito público, denunciando a los fachas y a los disidentes, y siendo pequeños traidores, seremos felices.

La Historia de España, ha tenido en este último milenio muchos episodios, con grandes gestas e importantes fracasos y hechos deleznables. Dentro de lo deleznable estarían la expulsión de los judíos y el requisito de la limpieza de sangre, sobre todo por injusto, lo primero y lo segundo, porque se convirtió en una gran hipocresía social, soslayable para algunos y temida por otros, que cuando la Constitución de 1812, finalizó en gran medida, aunque, desde finales del XVII ya estaba superada.

Y pensando en aquellos que renunciaron a su origen, por miedo, por comodidad, por mantener o mejorar su status social, pienso en ellos como pequeños traidores, como aquellos que conspiraban en los pasillos de El Escorial, buscando prebendas, con Antonio Pérez de enlace y urdidor, que cuando Felipe II, les puso en cuarentena, empezaron a hablar de independencia, como aquel Conde de Luna o su hermano, conde de Ribagorza, que fue ajusticiado por matar a su mujer, pequeños traidores al Rey, amañadores, y malos gobernantes, que sin querer, me recuerdan a otros saqueadores de la hacienda pública que sufrimos actualmente. Pequeños traidores que pese a sus cuentas abultadas, no dejan de ser microbios en nuestra historia, a veces parecen un ébola, pero que si se les aísla, son una gripe, nada más.

En 1807, como todo el mundo sabe, nos invadieron los franceses, Napoleón y su ejército, con la ayuda de algunos de nuestros gobernantes, Godoy y el Príncipe Fernando, que ambicionaban más poder y competían entre sí, con la ayuda, por inanidad, del blando Carlos IV. La justificación del engaño de los franceses, parece repetir la traición del Conde Don Julián, y puede ser que fueran así de tontos, pero lo que es seguro es que nos encontramos con las muchas veces repetidas banderías de interesados, que con supuestas diferencias políticas, supuestas reformas por el bien de España, nos dejaron en manos de los enemigos.

El pueblo español y sus tradicionales gobernantes, sin Rey, ni Gobierno, declara la guerra al invasor en 1808, algo tan heroico, que aún hoy, molesta. Porque sin querer, la nación histórica, se convierte en nación política, en nación española. Y sin querer del todo, cierra el pasado. Abriendo el futuro con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

Las Juntas provinciales y locales de defensa, asumen la soberanía nacional. Con el Empecinado, Castaños, García de la Cuesta, Blake, Palafox, y tantos otros, cumpliendo su deber, en guerra abierta con ejércitos regulares, guerrillas y la ayuda de los ingleses, se recupera la independencia.

Pero al terminar la guerra, el Deseado se convirtió en el Rey Felón, queriendo restaurar el Antiguo Régimen, quedando el proceso liberalizador del siglo XIX, que comenzó en esas Cortes de Cádiz, luminosas en muchos aspectos, en una interminable lucha de banderías, con héroes y traidores en todos los bandos. Y me parece que nuestra amada Transición, va a quedar igual, o peor. Lo veremos por la televisión, mientras comemos chips, y hacemos zapping. ¡Qué guay!