martes, 5 de noviembre de 2013

Miguel Espinosa, el sabio eremita

Una recomendación de hace años no recogida hasta hace poco me ha producido un gran impacto. Leer Escuela de Mandarines de Miguel Espinosa y descubrir una vez más como nuestra España produce verdaderos astros, que resultan escandalosamente desconocidos para la mayoría, no es un impacto es una norma, es un desastre.

Miguel Espinosa Gironés fue un novelista y ensayista nacido en Caravaca de la Cruz (Murcia, España) el 4 de octubre de 1926 y muerto en Murcia el 1 de abril de 1982. Trabajó en comercio exterior y como asesor jurídico.

Su primera publicación fue Las Grandes Etapas de la Historia Americana (Bosquejo de una Morfología de la Historia Política Norteamericana), (1957), reeditado como Reflexiones sobre Norteamérica. Muy interesante. Un poco de la introducción:
“Donde no ha principiado la Historia todo resulta pura determinación, repetición incesante de lo previsto. El animal y la energía física son idénticos a sí mismos, eternamente iguales e inamovibles, verdadera quietud no conmovida por ningún proceso interior ni exterior. En ellos nada ocurre, sino el propio ocurrir que es su presencia: la vida o la ley matemática. Por el contrario, allí donde surge la Historia, empieza el acontecer, y aparece la posibilidad de realizar lo indeterminado. De ahí que pueda definirse la Historia como la revelación contemporánea y perenne del hacer de la Creación, o sea, la manifestación cotidiana, bajo forma de naturaleza humana, del acto creador del Mundo.
En la gacela que corre por el bosque, la vida y la muerte son propia interioridad subjetiva, pues aunque el impulso vital produce figuras que están ahí, es algo eminentemente restricto y subjetivo. El animal no ve individuos aislados, pues considera a los demás como parte de su extensión. La fiera observa su víctima a la manera de un suceso privativo; la mosca está implícita en la araña. En el hombre, sin embargo, vivir y morir resultan acontecimientos objetivos, porque su conciencia es capaz de distinguir individuos y poner claros espacios entre las cosas, diferenciando el sujeto del paisaje o medio ambiente. Tal acaece porque el animal no posee historia, y el hombre, sí. Por ello parece histórico todo lo que no ha sido previsto en la ley orgánica o mecánica.
En este sentido cabe admitir que la Historia no es otra cosa que el propio incidente del hombre como acontecimiento o proceso de acontecimientos, es decir, como generador de cierta potencialidad de indeterminación, no implícita necesariamente en su estampa biológica. El ser aislado, a la manera de la piedra, o la pura conciencia estética, receptora de dolor o placer, no interesan a la Historia si no son acontecimientos o momentos de un acontecimiento: sabiduría, arte, ciencia, gracia. Lo que nosotros entendemos por Historia no es hecho de quietud, donde se yuxtaponen formas y presencias, animal y materia, sino una verdadera Expresión del Mundo. El acontecer no resulta amorfo ni mecánico; tampoco algo que pudo no haber ocurrido, siendo como somos; pues así como el tiempo se alía con el impulso vital para configurar el niño, así se une el suceso del hombre a la Historia, para hacernos a la manera que vivimos y pensamos, por lo cual nuestra naturaleza viene a ser típicamente histórica.”


Miguel Espinosa describió Escuela de mandarines como una «utopía negativa», o exposición de «lo que no debe ser». La Escuela de Mandarines es una novela compleja donde se aprende de todo, la escribió en 18 años y se publicó en 1974. El autor no vivió de la escritura, casi no publicó, es casi desconocido, y como no era de los mandarines tuvo sus más y sus menos para lograr vivir. Merece la pena leerlo, yo estoy en ello, frases sacadas por Isabel Martínez Barquero (http://elcobijodeunadesalmada.blogspot.com.es/2010/06/escuela-de-mandarines-de-miguel_29.html):

«Indaguemos la Historia, maestra de la vida. Establecida la miseria en el mundo, como resulta probado, algunos espíritus reservaron para los gozantes el reino de la Tierra, y ofrecieron a los sufrientes el Reino de los Cielos, componenda estética, aunque ortodoxa. Otros, por el contrario, como aquel Ciriaco, quisieron entregar a los sufrientes el reino de la Tierra, solución a todas luces heterodoxa, combatida por la tradición y la espada de los Procónsules. Pero nadie pensó la estupidez de prometer los dos reinos, pues, por dialéctica de la razón, el segundo fue ideado como antítesis y consuelo del otro, de forma que los dos no pueden coexistir lógicamente.»

«Pese a los hechos, no os desencantéis ni entreguéis a la superficialidad de rehusar la existencia y el mundo, pues la voluntad ha de ser más pura que la razón y su experiencia. Junto a la altivez, habita la modestia, y junto al ansia y locura de Poder, lo que no desea actualidad. (Del recado de Mitsukuri)»