lunes, 28 de enero de 2008

Cuaderno de viajes I: Madrid

Cuando recuerdo los viajes que he hecho a lo largo de mi vida, lo que me viene a la memoria son pequeños flashes, en donde evoco una sensación de lo que vi y viví, o quizás algún sentimiento relacionado con ello. Los viajes de trabajo, comprimen aún más estas sensaciones, ya que lo lúdico es más reducido, por lo que no voy a hacer una guía de viajes, ni nada parecido, sino una descripción de las sensaciones que tuve.
El primer viaje, empieza en Madrid, mi ciudad, donde los recuerdos infantiles que guardo hacían que pequeñas distancias me parecieran muy grandes, una sensación de calor como cuando se pone uno al Sol en primavera, una ciudad luminosa y acogedora, una especie de domingo por la mañana permanente, sensación que repito cada vez que vuelvo, cada vez que un rayo de Sol me alcanza al mediodía.
Para mí, esta ciudad, aunque en invierno hace bastante frío, siempre te permite esos momentos, y pese a que parece que la velocidad, el trabajo, las compras, las gestiones varias te llevan, el alma de la ciudad es cálida y tranquila.
Sus bares, tabernas y restaurantes te trasladan a un mundo humano, de conversaciones abiertas, de familiaridad, no muy distintas a la de un pueblo pequeño. Aunque al salir, puedas disfrutar de una amplia oferta de interesantes oportunidades, que tu recoges si puedes y quieres. Puedes ver el Palacio Real, sus jardines, la Plaza de Oriente, sus gentes, la calle Mayor, su historia, las calles pequeñas, sus plazuelas, la Plaza Mayor y la Puerta del Sol, sus turistas, sus vendedores y sus cacos, el Congreso, la fuente de Neptuno, los hoteles y la Bolsa, la Estación de Atocha, Lavapiés o el Rastro, la Puerta de Toledo, el Calderón, el río que ha vuelto entre excavadoras, la Puerta de San Vicente, la Estación del Norte o Argüelles, más compras en Princesa, la Plaza de España, Conde Duque y la Gran Vía, tan cerca y tan lejos, los bulevares que no hay, que te llevan a Colón, pasando por la Audiencia Nacional, llegando a la Biblioteca Nacional, al Museo Arqueológico, al Prado, al Retiro, la Cibeles, donde puedes seguir comprando en Serrano, Goya, Velázquez, o ir a los toros a Las Ventas o al Palacio de los Deportes, un concierto o un partido, o seguir hacia el Bernabeu.
La Castellana que cruza, pero no divide, Madrid es igual en todas sus calles, en unas hay más corbatas, en otras más anises, en Cuatro Caminos, más gente, hacia la Plaza de Castilla, con sus juzgados y el Canal, con sus exposiciones, las torres Kio, las torres nuevas, puedes ir al Pardo, con sus palacios, sus cuarteles y sus fantásticos merenderos, o a Moncloa con sus presidentes, sus facultades, los maceteros....
En Madrid, puedes ir a Carabanchel, a Aluche o a Batán, a la Casa de Campo o a Aravaca. Puedes ir a Fuencarral, a Ciudad Lineal, a Moratalaz, a Vallecas o Entrevías, a Coslada o a Vicálvaro, pequeños pueblos, grandes barrios, mucha gente joven y vieja, muchas historias.
En fin, un saludo.