lunes, 26 de mayo de 2008

Sobre el derecho al honor I

Es otro tema difícil para abordar, ¿qué es lo que se considera público?, antes era salir a un acto social, participar en él, intervenir en la vida pública (política, arte, medios de comunicación, sucesos), en un afán mitómano, se buscaba saber más de los personajes, intentando explicar sus rasgos diferenciadores, su biografía para explicar su rasgo especial.

De ahí, se pasa a comentar el ambiente que se vive en las altas esferas, que sería una crónica social, destacando personajes más desconocidos, pero que destacan en el ambiente social, sean familiares o personajes castizos que pululan en esos lugares.

El problema viene, a partir del consumo de estas informaciones de forma masiva, a través de los medios de comunicación teniendo que rellenar muchos espacios, y la última vuelta de tuerca, a través de los programas que hacían mofa y escarnio de los personajes que allí aparecían.

El comienzo se daría con programas que hacían de personajes intrascendentes, estrellas mediáticas, con presencia y opinión para todo, dejando fuera a los expertos de cualquier materia y convirtiendo en expertos a los periodistas especializados en estas informaciones de sociedad, llegando incluso a ser auténticos inquisidores de la intimidad ajena, caso del programa "Tómbola" y continuadores. A la vez, se generaron programas de burla, empezando "¡Qué me dices!", llegando al cúlmen de lo rastrero con "Aquí hay tomate".

Y precisamente, la burla y el acoso a cualquier persona, es lo que se considera o se debería considerar lesivo contra el derecho al honor y a la propia imagen. De ahí deviene, el miedo justificado de la hermana de la Princesa a dejarse grabar y fotografíar, temiendo ese escarnio público, al que nadie debería ser sometido, sin ninguna acción que lo mereciera (y en este caso, al ser un personaje secundario y totalmente honorable a priori, no lo merece).

Esa deshumanización de los personajes, incluso gente difunta, a los que se escrutaba burlescamente, sin ningún tipo de límite moral, ni ético, ni jurídico. Ante el cual, cualquiera quedaría desvalido, ya que nadie no preparado especialmente para vida pública podría resistir. Incluso haciendo que gente valiosa se retirara de la esfera pública temiendo ser mostrado tan descarnadamente.

En este caso, e incluso, reconociendo mi antipatía por la familia de la Princesa Leticia, creo justificado el fondo de sus acciones, aunque quizá la forma era especialmente arriesgada al incluir tantos medios en la demanda y al darles contenido a los mismos, difícilmente concretable en un hecho, lo que es un estado moral, en esos medios de comunicación y en esos periodistas de las vísceras humanas, representantes de la ética del resentimiento, que funcionan más al estilo mafioso, amparados por la impunidad de su escarnio.

Este domingo leí los problemas laborales y personales de esta familia y tantos otros, víctimas de la impunidad ante este escarnio público ascendente y retrospectivo hasta el infinito, que realmente sentí que en la mayoría de estos casos no se debería estar amparado por el derecho a la libertad de expresión, básico en el desarrollo de la democracia, pero que la forma debería estar en unas sentencias judiciales correspondientes a las ganancias de los medios editores y a todos los que participan de este sucio negocio, incluidos los curritos desaprensivos con micrófono, cámara o pluma en mano.

Pero claro, para ello, en España, debería haber seguridad jurídica, cosa que no hay, porque la indefensión de los medios de comunicación ante el poder y qué decir de los individuos ante el mismo (sea económico o político, o ambos) con una ley más estricta sería bastante peligrosa. Y a mí, me da miedo. Por lo que espero que la hermana de la Princesa pierda su recurso, aún dándole la razón en el fondo de su petición.