viernes, 1 de febrero de 2008

Cuaderno de viajes III: Toledo

Este cuaderno, no lleva orden cronológico ninguno, lleva el orden que mis recuerdos me traen, y en este viaje sin rumbo, Toledo, es el destino.
Toledo, la ciudad íbera más importante de la Península Ibérica, capital imperial, importante por los Concilios, por su belleza y por sus mitos. Mito e historia, en los Concilios Ecuménicos de la Iglesia Católica, por la conversión de los reyes visigodos, en Reyes de España, por la Mesa de Salomón, por las cuevas esotéricas, que ocultan la escuela de magos, por la puerta de los ¿doce? candados o llaves, por la Ciudad de Cobre, por las tres culturas ¿conviviendo?, por los judíos toledanos, por los Arfe, judíos y cristianos, grandes orfebres, por los tesoros de la Catedral, por las Sinagogas (Tránsito, Santa María la Blanca), por la antigua mezquita del Santísimo Cristo de la Luz, por sus calles estrechas, por la Plaza del Zocodover, por el Alcázar, la defensa del Alcázar, el Hospital de Tavera, por la maravillosa iglesia de San Juan de Los Reyes Católicos (cuidadín con los capullos de la memoria histórica, no se vayan a confundir aún más), por los mozárabes y sus Misas, por el Corpus y su procesión, por las armas, por el Greco, por la Catedral, magnífica, los puentes, la muralla y la escalera mecánica. Por el Tajo y las vistas desde fuera, los cigarrales, los olivos, las viñas, el Castillo de Maqueda, el de Escalona, por la caza y mil cosas más que Toledo y su provincia ofrecen, a dos pasos de Madrid, a dos mil años de diferencia.