lunes, 11 de mayo de 2009

Un viaje de ficción a la realidad

Montalbano, personaje del escritor Andrea Camilleri, el comisario de policía de Vigata (un lugar imaginario de Sicilia), resuelve crímenes a pesar de los poderes fácticos: políticos, funcionarios miedosos y mafiosos, mediante un equilibrio entre lo legal y lo justo, sorteando muchas veces las normas, dirige a sus subordinados de forma paternalista, acompañado de Fazio, su mano derecha, aunque generalmente prefiere actuar solo, evitando dar a conocer su forma de trabajar, que muchos suponen, para poner entre rejas o como sea a los malos.

Y es precisamente sus formas poco ortodoxas las que hacen disfrutar al lector con las soluciones dadas, así como el humor que tiene el autor, dando lugar a la risa en muchas partes de su obra, aunque trate temas bien trágicos, eso y una relación a distancia, un poco tormentosa con su novia Livia, sin descartar escarceos con terceras, junto a un viaje por la Sicilia de campo y de mar, con buenos momentos gastronómicos en Enzo y otras trattorias, frecuentadas por camioneros, como sello de calidad, o por lo que le cocina su empleada en su hogar de casi soltero.

Las tramas van aderezadas con un complejo mundo de relaciones institucionales y profesionales , con el medio ambiente corrupto de la isla, extendido muchas veces a toda Italia, un crimen o crímenes que se adentran en la naturaleza humana, en fin, unas buenas novelas, que se leen de maravilla y me hacen disfrutar mucho.

Quizá, en una reunión en Roma, entre policías, conoció a Brunetti de Donna Leon, un comisario del norte, de la ciudad de Venecia, que si bien persigue con igual fijación al crimen, no tiene nada que ver con él, ya que Brunetti tiene bastantes prejuicios sobre los del sur, a los que supone implicados a todos con la mafia, y aunque no es así, éstos perciben el tema como algo cotidiano, con nombres y apellidos, con sistemas muy conocidos, incluso cotidianos, como el autor de Gomorra, Roberto Saviano describe, visitando los lugares en moto, incluso tratando directamente, viendo en los juicios y descubriéndoles las señas, o como el propio Camilleri, analizando la mentalidad y la ortografía de los pizzini de Provenzano, jefe de la mafia siciliana durante muchos años, que se escondía de la policía y se comunicaba y daba órdenes mediante micro mensajes a máquina enrollados, tratando de ver el porqué de ese imperio del mal.

Aunque también coinciden en su gusto por la comida y los restaurantes, es evidente la diferencia de percepción, uno (Brunetti) considera la mafia o similares como una pandemia exógena, mientras los del sur conviven con ella, la conocen, la huelen, la temen pero menos por oídas que por saber cómo son, pero viven, con paciencia e incluso con humor.

Al igual que los italianos del sur, los españoles, conviven con la corrupción política y administrativa, en general social, porque es la sociedad la que nos brinda la visión conformista, resignada y paciente, no nos sorprendemos de ello, porque sabemos que existe, que siempre existe, o por lo menos eso pensamos, aunque nos gustaría lo contrario (a algunos por lo menos), y cuando vemos en el Reino Unido, cómo se sonroja y pide disculpas todo un primer ministro por gastar legalmente pero no por ello de forma aceptable unos recursos públicos (apenas unos miles de euros), mientras en nuestra sociedad, ni nos alteramos, ni hacemos pedir disculpas (ni siquiera que lo devuelvan), incluso mantienen su cargo personas que se han apropiado injustificadamente millones de euros, y otros que han malgastado estúpidamente (con su consiguiente grado de amiguismo, corrupción) otros miles de millones de euros, pero no pasa nada.

La España actual es reflejo de nuestra sociedad, donde mantenemos muchas similitudes con Argentina, con el sur de Italia, con Venezuela, con Cuba, ¿será el ADN?, ¿Seré determinista?

PD: La picaresca social deviene en criminalidad, esa permisividad acaba en corrupción, haciendo de los criminales personajes de una sociedad por todos conocidos, mientras en sociedades nórdicas, el criminal es un individuo solitario que esconde a todos su corrupción, apareciendo en público como honrado (tipo el monstruo de Amsteten), que teme a la ley y a la condena social igualmente, mientras aquí, el criminal se compra un cochazo (un haiga, como leía ayer en el artículo de Carmen Rigalt), un chalet de la pera y nadie duda de dónde sale lo que tiene, a veces hasta se ponen chulos ¿qué pasa? y se les invita a dar conferencias, y solo se echan atrás cuando temen el castigo, apareciendo a veces como víctimas de la sociedad, otras como Robin Hood y rara vez como lo que son: gentuza, delincuentes, basura.
En el sur de Europa, ni en Hispanoamérica nunca se podría haber escrito El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, de aquí tienen que ser El Buscón de Quevedo, El Lazarillo de Tormes, El Satiricón de Petronio y El Asno de oro de Apuleyo, llevamos siglos con nuestras bondades, pero sin duda con nuestras taras, ¿cambiaremos? Lo dudo mucho.