viernes, 6 de febrero de 2009

En la oficina

John, se levantó a eso de las 10, tenía que ir a la oficina pronto, por eso había madrugado. Su mujer, Susan, había salido para ir a la peluquería, los niños Brandon, Will y Jennifer, ya estarían en el colegio, Dolores, la nanny les lleva a las 8,30, pero los viste en su ala, para no molestar a su padre, que llega tarde cansado de tanta reunión con clientes.

Bajó a la cocina, se tomó el desayuno que le preparó Aretta, mientras leía The New York Times. En la estancia entró Alfred, el chófer, para preguntarle cuándo quería salir, en 10 minutos, respondió John, gracias, Alfred.

John Macguire, era uno de los principales accionistas de la firma Macguire, Markus and Fitz Associates, trabajaban con las mejores firmas del mundo en inversiones financieras, ellos hacían la gestión en Wall Street, para facilitarles la información más adecuada, para ello tenían más de 3.000 expertos en todo el mundo, con sedes en Londres, Madrid, Paris, Milán, Berlín, Tokyo y alguna más, que nunca recordaba.

John, se inquietó un poco al leer un artículo de Mathews, un cabrón enteradillo que decía que las sociedades de inversión iban a dar una mala noticia de un día a otro, según se comentaba en los mentideros de la capital económica del mundo.

Subió al coche, un Bentley fantástico blindado y conectó su ordenado portátil para ver qué le decían, sus contactos no decían nada, en el correo electrónico no había nada raro, lo normal, no obstante, llamó a Markus para confirmar la reunión y preguntar si había oído algo. Nada, no te preocupes nosostros trabajamos con los mejores.

Al llegar a la oficina, situada en la city, en la misma calle Wall, en la décima planta, saludó a su secretaria Mary, qué tal? cómo va?. Todo bien, Mister Macguire.

En la sala de reuniones, Anthony Markus, Archibald Fitz y él, estuvieron viendo cómo iba de bien el negocio, fantástico, este año no bajarían de un crecimiento del 18%. Entonces, sonó un teléfono, luego otro, otro, todos sonaban a la vez, ¿qué pasa? Acaban de detener a Maddoff, ¿a Bernie?, ¿por qué? dicen que ha estafado miles de millones de dólares.

¿Cuánto tenemos con Bernie, Archy? Ahora mismo, todo, pensamos que era lo más seguro para mantener la rentabilidad, llama para anular las órdenes de traspaso. No me cogen, están las líneas saturadas...

Joder, Anthony, ¿nuestros fondos dónde están? tranquilo en cuentas corrientes en las islas Caimán, como me enseñó mi padre. Los contratos donde no nos responsabilizamos de malas prácticas estaban actualizados. Si, claro. Poco a poco, la tranquilidad volvió a la oficina, díles que estamos trabajando para ver el alcance, que no se preocupen, que los organismos de compensación se harán cargo, como con las subprime, que esperen unos días para ver cómo lo solucionamos. Llama Phil del banco, que la operación de traspaso ha sido cancelada, que no se ha llegado a hacer efectivo el fondo nuevo con Bernie, que quedaba una firma de John y que por eso la habíamos retrasado.

En la oficina, John, Archy y Anthony sacaron el chanpán francés que reservaban para las firmas importantes, parecía Fin de año, las caras de miedo del principio pasaron a ser caras de alegría, el mundo finaciero estaba hecho unos zorros, habían desplumado a todo el mundo, pero ellos estaban a salvo. ¿Susan? vente para aquí que vamos a celebrar una comida de socios, Susan Stein, era la mayor accionista y la mujer de John, no se había enterado de nada, mientras pasaba la mañana en el spa con sus amigas. A punto estuvo de perderlo todo y no se había dado cuenta, esas preocupaciones banales se las dejaba a John.

En los periódicos, en las noticias había un verdadero terror a las consecuencias de esa estafa, en cambio en las oficinas de Macguire, Markus and Fitz Associates, todo era alegría, se acaban de convertir en la más solvente oficina de inversiones del mundo, todo porque John llevaba días sin aparecer por la oficina y necesitaban su firma para cerrar el trato con Bernie, lo venderían a la prensa como un éxito de la firma al detectar algo raro, en realidad había sido una casualidad, ya que John, casi nunca estaba en la oficina y retrasaba las operaciones grandes cada dos por tres, porque prefería ir de saffari a África o a la costa Este, que estar en la oficina.