martes, 19 de agosto de 2008

Menéndez Pelayo y Laín Entralgo

He conocido a Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), a través de Pedro laín Entralgo (1908-2001), y a ambos, a través de sus libros, al segundo y al primero incluido en España como problema, aunque también salió en volumen aparte como Menéndez Pelayo, y después al primero, con sus obras Historia de las Ideas Estéticas en España e Historia de los Heterodoxos españoles.

Laín escribe sobre Menéndez Pelayo, que le guiaron tres aspectos fundamentales en su obra: su catolicismo, su españolidad y su amor por el mundo clásico.

Lo primero que te llama la atención en Menéndez Pelayo es su erudición juvenil, habiendo escrito Heterodoxos con veintialgo años, impresionante, y lo segundo su amor por la belleza. Vivió en una España en paz, que le reconoció sus méritos (catedrático, procurador en Cortes, director de la Biblioteca Nacional).

Laín Entralgo fue médico y famoso como historiador de la Medicina, pero además fue escritor y junto a otros escritores, fueron los intelectuales de la Falange en la Guerra y en la inmediata posguerra, yo tenía una idea distorsionada del grupo, que se me están mostrando como grandes intelectuales, en parte gracias al libro de César Alonso de los Ríos, que me parece interesante, pero que quizá trata a personajes con mucha enjundia de una pasada rápida. Con una vida activa también en política, dimitiendo de su cargo de rector por los sucesos de 1956, y que también recibió los honores debidos, aunque la guerra civil, que le marca en gran medida, haciéndole más pesimista.

De momento estoy en la portada de ambos, con una obra extensa, más Menéndez Pelayo, que Laín, pero amobos figuras relevantes en la intelectualidad española, que yo como historiador debería haber conocido mucho antes, pero que la ortodoxia marxista en la Universidad no tenía a bien considerar, ni siquiera su existencia, dándose la paradoja de que se puede estudiar Historia de España, prácticamente sin historiadores españoles anteriores al año 1960 y acabar la carrera, creyéndose uno conocedor de algo, cuando no se llega ni a aprendiz, pero si tienes suerte e inquietud intelectual podrás llegar a ser un estudiante perpetuo, un continuo alumno de muchos de los sabios que en el mundo han sido, y olvidando esta vez sí, a los funcionarios profesores, que por desgracia, son la mayoría, aunque siempre hay excepciones que salvan el mundo.