lunes, 2 de junio de 2008

Cuaderno de viajes XVII

Fin de semana en El Escorial, acabo de terminar El Imperio, de Ryszard Kapuscinski, donde nos hace un recorrido por la Unión Soviética, por Rusia, como principal estado de la unión y otras repúblicas. Me parece muy interesante el concepto de Imperio que achaca a la mentalidad rusa y que en gran medida se podría extrapolar a España.

El Escorial, con el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que se construye como palacio y residencia de Felipe II, como centro y capital del Imperio español, entrañando una principal diferencia respecto a Rusia, que el poder ahí se origina y se representa con el Zar y su ejército, como describe San Petersburgo, aquí tenemos al Rey, con la Iglesia, un Imperio Católico, con su ejército y sus funcionarios, donde Dios está por encima de todos. Con formas arquitectónicas que buscan unas dimensiones sobrehumanas, pero a la vez buscan un orden, robusto y sencillo, y sólo un poco de suntuosidad en algunas estancias.

Con poca parafernalia, quizá alguna más introducida por los Borbones, pero tampoco gran cosa. Un Imperio donde no se ponía el Sol, pero que parecía más espiritual que temporal, muy austero, la Cristiandad como bandera, con el apoyo de los castellanos, pero en absoluto la exclusividad, ya que en dicho Imperio intervenían todos los territorios, por lo que el componente nacional, se diluye, al contrario que el Imperio ruso, que es esencialmente ruso, tanto con los zares como con los comunistas.

En el Imperio sovético y anteriormente en el ruso, los súbditos eran prescindibles, con una gran escabechina tanto por hambrunas, como por deportaciones de cualquier elemento disidente más de 100 millones de muertes por la acción política comunista de Lenin, Stalin, la URSS, ese sueño que comparten comunistas y socialistas de todo el mundo, en el Imperio español también hubo deportaciones de judíos y moriscos, persecuciones religiosas y políticas, como a los Comuneros castellanos, también a los catalanes y portugueses, en último término las guerras de independencia desde México, Perú a Filipinas y Cuba, o las guerras africanas, que tanto desestabilizaron a la España peninsular en el siglo XX, porque hasta su separación se les consideraba a algunas colonias, pero a otros parte de España misma, como a Cuba.

La realidad de nuestro Imperio, actualmente no existe, simplemente queremos hacer una España de ciudadanos, algunos siguen viendo España como el Imperio (los nacionalistas especialmente) y quizá habrá que plantearles la salida si hiciera falta, porque una nación inacabada, un imperio que fue, nos está comiendo demasiados recursos, que quizá podríamos utilizar para mejores fines.

Kapuscinsky distingue dos tiempos el político y el de la cultura material, la calle, habla que en el Medievo mantenían un ritmo concordante, acorde: "se tardaba siglos en construir las ciudades y siglos duraban las dinastías", en cambio, hoy las ciudades se construyen en decenas de años, mientras los gobernantes cambian cada cuatro meses, duran como mucho un década (salvo Andalucía con Cháves). El escenario político va mucho más rápido, el se refiere a la Perestroika, pero se podría usar en Occidente en general, que la vida cotidiana.

Según Kapuscinsky, la televisión ha contribuido a la caída del Imperio soviético al mostrar los líderes como hombres normales (cómo se ponen nerviosos, cómo sudan y se equivocan, cómo ganan y cómo pierden), ha desencadenado el liberador proceso de la desacralización del poder. Sigamos así, desacralicemos el poder y veámos si valen o no. Votemos, opinemos, veámos más debates televisivos, más juicios televisados, donde se nos despejan las formas de políticos, como en el juicio a Federico Jiménez Losantos, libertad de expresión o sacralización, esa es la cuestión.