lunes, 4 de enero de 2010

Terror y poder

Con este título, se podría hablar de casi todo, pero me voy a centrar en el último caso, un mamonazo nigeriano hijo de un banquero, que se hace radical y que quiere explotar a una pobre gente que viaja a Estados Unidos por cualquier razón, con el objetivo de crear miedo en los occidentales, acrecentar el poder de los islamistas radicales en sus zonas de influencia y darles publicidad (esto último lo consiguió), así como dificultar las relaciones internacionales, que creo que esto último también lo consiguió, ya que la reticencia a volar cada vez es mayor, por el tiempo que se pierde y por lo incómodo que es, y en algunos casos, el miedo que da.

Uno de los objetivos que buscan estos mamonazos es blindar el mundo musulmán al occidental, sea con secuestros, bombas, asesinatos y luego grandes atentados que sean muy vistosos, como el 11-s, y este que pretendía este sujeto, así como provocar la reacción de Occidente, que en vez de ser de afirmación, es cada vez más decadente y estúpida. Como mejor ejemplo, la polémica sobre los arcos de seguridad, o la por idiota, no menos decadente Alianza de Civilizaciones preconizada por nuestro memo particular.

Pero para miedo, la gripe A, pandemia, catástrofe, apocalipsis, mucha pasta en toallitas y vacunas y al final, ná.

Al caso, este sujeto, se entrenó por lo visto, en Yemen, sitio del que he visto muchos reportajes, con sus casas de varios pisos donde habita una familia patriarcal, con una habitación para la desfloración, donde mujeres y hombres están casi siempre en estancias separadas, donde los hombres ostentan una daga curva en la faja como demostración de hombría y poderío, que de actividad principal tenían el comercio marítimo y la pesca, como los antiguos fenicios de mis desvelos, que como zona limítrofe con Arabia fueron pronto islamizados y que además islamizaron a toda la costa de África a la que depredaban, en busca de esclavos, que son nuestras conocidas Sudán, Somalia, etc,...

Mi reflexión tiene que ver con la alianza que se labra entre tradicionalistas (Yemen) y terroristas (Al Qaeda), donde los primeros buscan que nada cambie para mantener el control social y el poder, mientras los segundos se lanzan a derribar y socavar cualquier orden preexistente, con la falsa manera de parecer tradicionalistas, que en el caso islamista se viste de barbas y burkas, y la supuesta contemplación de las leyes islámicas, y que por hacer un paralelismo, en el caso del terrorismo en España, se mezclan igualmente tradicionalistas, que supuestamente quieren mantener lengua y tradiciones, aurreskus y boinas, con terroristas totalitarios que no aceptan más tradición que la que es sumisa a su poder, donde los macarras del barrio quieren ser superiores a las gentes que realmente encabezan la sociedad como empresarios o dirigentes políticos elgidos democráticamente, donde la vida tranquila e idílica que preconizan los tradicionalistas, no es más que una farsa mantenida por el miedo.

Dándose en ambos casos, como decía Antonio Elorza en su libro titulado Religión política, una traslación de la forma religiosa a ideologías políticas, siendo tanto el nacionalismo vasco como el fundamentalismo formas de religiones políticas laicas, que se esconden en gran medida tras las faldas de supuestos clérigos, de una supuesta religión tradicional, de la que en realidad han adjurado y trasladado todo el contenido a las máximas de unos líderes ansiosos de poder, embebidos por el odio y soportados por los paletos tradicionalistas y el lumpen ideologizado para el crimen.

Al final, no tenemos más que una búsqueda del poder, mediante el terror, mediante el crimen, mediante la extorsión, y mimetizado en un supuesto tradicionalismo que lo hace más complejo de conocer para la observación externa, incluso en su percepción propia, creando una serie de ritos, rituales, imagen y doctrina que les hace más atractivos para su población y confunde en gran medida a los que tratan de luchar contra ellos. Siendo finalmente ideologías nihilistas, disfrazadas de religiones y de idealismos político-sociales.

En el caso del nigeriano, estamos ante un cretino, pijo, posmoderno y criminal, que como en otros casos de terroristas, llevan su fanatismo, que no es más que la expresión de su estupidez personal, pasada por el tamiz del fundamentalismo.