lunes, 1 de diciembre de 2008

Individualismo y colectivismo

Sobre la vida en sociedad, la fuerza del grupo frente al individuo, acaban de estrenar la película La Ola, basada en los trabajos del profesor de Historia Ron Jones, que en 1967, realizó el experimento con sus alumnos de secundaria de un instituto de California, que tuvo que cortar porque llegó a tomar vida propia de manera inquietante.

Sobre esto, Ortega y Gasset, en 1935, hizo un análisis en "Un rasgo de la vida alemana" (en Viajes y Países, Madrid: Revista de Occidente, 1959, colección El Arquero), donde decía y vaticinaba con lucidez, el gran mal, ya que retrotraía a 1850, en el deseo de la sociedad alemana de llevar a cabo con la mayor perfección posible la organización de los servicios colectivos y cómo su mayor virtud se había convertido en su principal vicio, esa lealtad radical, creando autómatas humanos para el desempeño de las funciones públicas, y para ilustrarlo, pone de ejemplo tres tipos de funcionarios: el alemán, el español y el francés. En esta diferenciación se atiende al grado de implicación en la maquinaria de funciones que requiere un Estado, respecto al individuo, en su vida personal, sus intereses personales, su "propia vida", así el alemán asumiría totalmente la personalidad que le otorga el puesto en esa maquinaria, deshumanizándose, perdiendo su individualismo, el español (de un modo genérico) mantendría un grado alto de humanidad, desvinculándose en gran medida de su función, actuando como un sonámbulo, prestando el mínimo de atención y en cuanto puede retoma su humanidad y sus intereses personales, el francés como grado intermedio. Como veía el otro día en la película The Children of Izieu, de Tom Demenkoff (1992.

El resultado espantoso que todos conocemos como Holocausto, donde esa maquinaria de autómatas a las órdenes de un demente y criminal como Hitler y sus partidarios, no ha sido suficientemente explicada y al encontrarme con esta lúcida reflexión de Ortega y Gasset, adelantándose a la explicación de cómo pudo ocurrir, junto al experimento de Ron Jones, donde se ve la fortaleza y el poder que ejerce el grupo (el colectivo) en la mayoría de las mentalidades juveniles, junto a las características sociológicas e históricas de la nación alemana en los años 30 y 40 del siglo XX. Coincidiendo asombrosamente con la valoración que tienen de esa época muchos autores tan distantes como el arquitecto de Hitler, Albert Speer, como Ionesco o Bertolt Brecht. O como explica muy bien Hannah Arendt, en su obra sobre Eichmann.

Esto nos permite ver claramente, que jamás se puede renunciar al individualismo, que el liberalismo es sin duda la mejor forma de colaboración social, ya que no nos pide actuar como autómatas, sino que exige nuestras precisas características individuales para aportar lo mejor que tenemos cada uno, evitando en gran medida todos esos pensamientos o ideologías que supeditan todo al grupo, como el socialismo, el comunismo, el nacionalismo, el nacional-socialismo, o simplemente ese buenrrollismo de lo políticamente correcto que da lugar a comportamientos colectivos automáticos (como el "No a la Guerra"), que sin entrar a valorarlo, asusta, sin duda.