jueves, 31 de julio de 2008

Arbitristas (2ª parte)

Un elemento importante que se me olvidó decir de los arbitristas es su componenete moralista, es decir, su preocupación relativa a las acciones humanas o caracteres de las personas desde el punto de vista de la bondad o la malicia.

Este componente moralista, así como su preocupación por España, se ha considerado antecedente de los regeneracionistas del 98, y también de ilustrados y quizá antecedentes lejanos de reflexiones sobre España, desde Pi y Margall a Laín Entralgo, Américo Castro, Julián Marías y tantos otros. Por ello considerar positivamente a estos como a estos otros intelectuales españoles que han querido aportar su pensamiento a la mejora de nuestra nación, es fundamental para considerar cualquier debate político e intelectual sano.

Y ello no podría darse sin un componente alto de crítica, de metáforas, de figuras literarias que usaron desde Quevedo a Umbral, y en este caso Jiménez Losantos, que también soporta muchas críticas e insultos que bien podrían valorarse a 100.000 euros como en la sentencia condenatoria, un absoluto desastre intelectual.

Cualquier debate intelectual sobre España, conlleva hablar de política, de distintas ideologías, de opiniones, hablar de economía, de literatura o de periodismo, siempre ligado a la actualidad, con crítica ácida, más o menos respetuosa, nunca delictiva o multable de ese modo.

La judicialización de la vida intelectual española, ya triste de por sí, por el estancamiento de las universidades con sus funcionarios de partido velando por lo políticamente correcto o por lo directamente irrelevante, por la fuerza represora de los grandes grupos mediáticos dominando la vida y las almas de sus escribientes y opinadores, así como la clara basurización de la educación española con rollos patateros pseudopedagógicos, absolutamente tecnocráticos, sería la muerte de o por lo menos el coma de nuestra sociedad.