martes, 22 de abril de 2008

Cuaderno de viajes XIII

Con los viajes de trabajo, uno limita al máximo sus posibilidades de ocio, apenas comer, cenar y visitar algún sitio interesante de la ciudad, normalmente el casco histórico, una exposición de paso y poco más. Si has ido en tren o en coche, además puede que hayas disfrutado del paisaje, además. En avión, unas vistas interesantes desde el cielo, entre las nubes, que hacen pensar lo mágico que a veces es el conocimiento humano.


Pero esta limitación nos obliga o nos debería obligar a mejorar la oferta que se hace a este tipo de turistas, que se ciñen a lo visual, el trato humano básicamente en el hotel y lugares cercanos donde comer y cenar, y a los sitios de trabajo y sus alrededores.


Por un lado, evitar el "feismo" que llaman los gallegos a llenar los paisajes de imágenes que destruyen un bonito paisaje urbano, rural o natural, como tapias de ladrillo basto, descampados medio utilizados de vertederos, basuras, contenedores, solares y fachadas deterioradas, obras eternas, moles horribles de reciente construcción que entristecen bonitos paisajes, etc,...


Por otro lado, comunicar mejor la oferta, tanto de lugares visitables, como la oferta de bares y restaurantes, clasificándolos en categorías, comidas, estilos, precios, etc,... En esto deben de participar las empresas y las administraciones, especialmente las dedicadas al turismo, consiguiendo que los clientes lleguen por sí mismos a donde desean, y con más razón, si donde desean ir es a los mejores sitios de un lugar (pueblo o ciudad), cada cual con sus gustos.


Sobre todo sería interesante tener guías en las habitaciones de los hoteles, que allá donde las hay, se suelen consultar y leer, como los americanos con la Biblia.


Otro aspecto, que considero importante, si se pretende alargar las estancias de los turistas, son las almohadas, que si te ofrecieran según tus gustos, pues mejor. Por último, aunque habría mucho que hablar, no estaría de más una formación en atención al cliente a las camareras de piso, ya que muchas veces te encuentras en la guerra del reciclaje de toallas, en la colocación de tus cosas y en algunos casos, los menos, en la sustracción de las mismas, que esto ya es otro cantar.


El servicio de habitaciones en muchos hoteles, se parece al de los taxistas, quieren cobrar un precio alto por un mal servicio, las neveritas casi nunca, salvo el agua, suelen ser útiles, y a qué precios.

Las luces que nunca se apagan del todo desde la mesilla. Televisiones imposibles de ver tumbado desde la cama, colchas que uno no usaría ni para tapar el coche, champús de cortesía que te dejan calvo, imagino que los gorros de ducha son para el champú, sugerencias en recepción, que más que sugerencias son emboscadas, secadores para quedarse pegado, vistas a los patios más feos del hotel, máquinas que suenan, las cocinas de la inexistente cafetería, ambientadores tóxicos, señoras de la limpieza con servicio de despertador incorporado.

Los buffet de desayuno con el jamón de york que vino andando sólo de York, beicon con huevo y grasa, para los que se han portado mal, cafés de máquina que sólo esas máquinas saben hacer, zumos naturales por decir algo, bollos duros para empapar, camareros que recogen antes de servir, temporadas bajas, que parecen subterráneas, pero que no baje el turismo, ea.

Las estrellas de los hoteles, ¿cada cuanto las revisan?, una vez estuve en uno (tres estrellas) donde no pude dormir por si me atacaban o los bichos o el personal, que parecían sacados de una película de vampiros, donde cada detalle que se veía en la habitación percibías las vidas que habían estado ahí, los ratos pasados, los cigarrillos que se habían fumado, las reformas que no habían terminado, el paso del tiempo no era una sensación, era real en esos muebles, con neverita sin agua ni nada, sin aire acondicionado, a las seis tenía la maleta hecha y me disponía a desayunar fuera del hotel, claro y buscar un hotel nuevo.

Lo encontré algo mejor, por lo menos limpio, pero no estoy hablando de un pueblo sino de una capital de provincia, una isla, base de nuestra oferta turística, luego se van a otros destinos, será por algo.