martes, 12 de febrero de 2008

Un sólo carnet de biblioteca

Acabo de leer en El Mundo 12/2/2008, sección M2, una propuesta de IU donde exigen un carné único para todas las bibliotecas de Madrid, se refiere a las del Ayuntamiento y a las de la Comunidad, y me parece muy bien.

Yo además haría un carnet que diera acceso a otras bibliotecas de Madrid, como la Biblioteca Nacional, las bibliotecas universitarias y otras muchas, que dificultan tanto el uso de sus instalaciones que requieren una carta de un profesor universitario como recomendación, matrícula del centro, ser miembro, estar doctorándose, lo que sea, al final, dejas de ir porque se caducó, porque las gestiones para renovarlo harían más fácil comprar lo que necesites, salvo que el libro no exista más que ahí, sea un incunable, un libro antiguo o raro.

Al final, el acceso a los recursos culturales públicos se ve dificultado de tantas formas, sobre todo, grandes pérdidas de tiempo, que los hacen cada vez más lejanos, una vez que has terminado la época estudiantil, justificándose sobre todo y como todo en la seguridad, cuando la realidad es que cualquier ladrón de bibliotecas, como lo que hemos visto con los mapas de Ptolomeo de Humbolt, no tiene demasiados problemas.

La justificación en la seguridad, que cualquier usuario habitual de un centro, el que sea, pasa por ir cogiendo confianzas con los funcionarios de turno, dispuestos a complicar la vida al máximo si eres estudiante, joven, si es la primera vez que vas, pero que con cualquiera con el que han tomado café o coincidido varias veces, dos o tres quejas sobre tener que trabajar, sobre lo mucho que tienes que madrugar, o un comentario político oportuno con los gustos del sujeto en cuestión habrán abierto paso a todo tipo de comodidades, o el estilo de Erin Brokovich, dispuestos hasta a prestarte el cutter para quitar los mapas más fácilmente.

La seguridad que nos deja sin aparcamiento en los barrios del centro de Madrid, para vehículos autorizados, que no es el mío nunca, que hace que tengas que quitarte hasta los zapatos para cualquier trámite, que los amables guardias de seguridad te hablen con la autoridad que nadie les dió, pero tomaron, que un aparatito detecte los botellines que has tomado, que no hables por el móvil conduciendo o que lo tengas que apagar en el avión, que lleves el portátil a cuestas cables y demás, que lo enciendas y lo apagues, deshaz la maleta, cuidadín con el cortauñas, que te graben y escaneen en cualquier sitio, pero no impide que lleves una camioneta llena de explosivos al parking del aeropuerto o que secuestres un avión con el cuchillo del catering, el cristal del frasco de colonia que te dan o venden, y por supuesto, que no han revisado el alijo de drogas que van en las bodegas, la cartera con armas que la corrupción o el soborno han propiciado o la vía diplomática y las puertas de atrás que los trabajadores de dichos lugares conocen y tú no.

Pero tú, amigo, eres el peligroso ciudadano al que hay que controlar, vigilar, molestar con vistas a garantizar tu seguridad. Siempre y cuando alguien realmente interesado en saltársela no lo intente, porque lo conseguirá sin demasiados problemas. Para ello me remito a los reportajes que hemos visto en televisión sobre Barajas y otros aeropuertos, y a la experiencia de cada uno en todos estos sitios.

No dejemos que nos metan miedo con la seguridad y nos quiten libertad real, o como mínimo, que no nos quiten comodidad.